NOTA:

NOTA: Las imágenes usadas no son de mi propiedad. Provienen de www.deviantart.com o de artistas externos.

lunes, 20 de junio de 2011

Carpe Diem (Efervescencias)





Cerré los ojos cuando todo hubo terminado y esperé a que el telón ocultara mi delicada figura, la cuál respiraba agitadamente manteniéndose en una posición llena de gracia pero bastante agotadora. Abrí los ojos lentamente en el último minuto sólo para verlo ahí, sentado, mirándome con una sonrisa llena de satisfacción y una de sus copas de champagne en la mano. Algo me decía que tendría que ir a recibirlo, y eso no me agradaba precisamente. Sin embargo, siempre debía mantener una máscara, un porte, una manera de ser. Era como si hubiera creado alguna especie de personaje ante el escenario el cuál no se desvanecía hasta que pasaba de la media noche. A veces no desaparecía por completo.

Salí del escenario cuando las luces se apagaron, caminando hacia los músicos y posando mi mano en el hombro de algunos de ellos con los cuales me llevaba lo suficientemente bien, siempre dándoles una sonrisa. Ellos me la devolvían, como un pacto secreto entre nosotros. Creábamos algo para el público, y la magia ocurría sin nuestro consentimiento. Eso era algo que entendíamos bien, y cuando todo terminaba nos sentíamos satisfechos de respirar el aire seco y aterciopelado que cubría nuestro ambiente después de un espectáculo. No importaba si todo era perfecto (¡aunque claro que importaba finalmente!), aún así nos sentíamos agradecidos de que todo hubiese terminado.

Caminé lentamente quitándome la máscara interna por un momento, respirando el dulce aire de una libertad momentánea. Caminé hacia los camerinos, sintiendo la gente correr a mi alrededor y deseando estar sola. Algo en todo su alboroto me molestaba en ese momento, pero no precisamente porque estuviera molesta. Simplemente quería un momento para mi misma, aunque no me importaba mucho estar con alguien cercano en estos momentos. La demás gente me irritaba.

Llegué a mi tocador y me miré al espejo dibujando una falsa sonrisa en mi rostro. Lucía lo suficientemente natural, aunque no sentía sus efectos. Estaba agotada, y todo el ruido a veces me causaba dolor de cabeza. Acomodé mi cabello y lo recogí con mi mano, sintiendo un poco de calor entre todo ese ambiente.

-¡Hola, querida!- escuché a alguien decir amigablemente a mis espaldas, solté mi cabello y di una vuelta en mi silla, inconsciente de que pude haber usado el espejo para mirar. La vi a ella y sonreí ampliamente.

-¡Necesitaba verte, todo este ambiente me está volviendo loca!-

Ella sonrió de una manera casi maternal, luego acomodó mi cabello suavemente con una mano.

-Lo sé, lo sé, pero así es cada noche. Hoy hay casa llena. ¡Lo hiciste excelente, pero aún falta perfeccionar algunos pasos! ... El de siempre desea verte hoy. Arréglate rápido- me dijo bastante apresurada (aunque su voz, sin importar qué, siempre sonaba serena). Yo asentí y suspiré.

-Ser seductora no es suficiente y tú y yo lo sabemos. Quiero dominar los pasos, pero siempre hay algo que me distrae. Practicaré más, si me ayudas...-

-Tengo que...- me interrumpió con una sonrisa de resignación.

-Lo sé, - reí ligeramente -pero al menos con ello él está contento. ¡Oh, si vieras la manera en la que me mira! Me da escalofríos...-

-Así nos ve a todas, dulzura. No te exasperes, así es aquí-

-¡Pero no llego a acostumbrarme! Es decir, finjo que lo hago. Finjo que tengo categoría, que realmente sé lo que hago pero tan solo soy un pez más en el estanque. ¡Quisiera ser tratada de una forma diferente!-

Ella se quedó en silencio unos minutos, su mirada perdida en el piso. No contestó, siempre tenía respuestas guardadas dentro de si misma, experiencias que no sacaría a la luz. Me di cuenta de ello y dejé de hablar, sólo la miré unos segundos y luego volteé de vuelta a mi tocador, arreglando mi cabello. Ella me ayudó a acomodarlo.

-Esto es simple,- me dijo en un tono pensativo -pero es mucho más que eso. Ve con él, debe estarte esperando- me dijo mirándome con tristeza, una tristeza que apenas entendía. No pude evitar abrazarla, algo me alteraba mucho en su mirada. Caminé lentamente para entrar en un ambiente mucho más ruidoso que el anterior, lleno de las demás mujeres, de hombres, de vino, de tabaco. Nada nuevo, pero todo irreal y distante cada vez que lo veía. Temblé ligeramente cuando él me tomó de la cintura... y yo le servía otra copa de champagne.

martes, 14 de junio de 2011

Mariposa de Humo (Silencio)


Smoking 1 by ~usagicassidy



-¡Dímelo! ¿En qué momento dejé de importarte?-

Ella rió y prendió uno de sus finos y blancos cigarrillos, exhalando una gran bocanada de humo y quitándole la importancia a mis palabras con el acto.

-Nunca, amor. Siempre has sido lo mismo-.

-Entonces, ¿qué pasó? No lo entiendo...-

Ella me miró de soslayo con una mueca que poco a poco se convirtió en una maliciosa sonrisa burlona. Suspiró y desvió la mirada, colocando el cigarrillo en sus delgados labios y cerrando los ojos plácidamente.

Las luces color carmesí que en ese momento invadían el cabaret en un constante parpadeo y movimiento hacían que un ambiente de desesperación aún mayor me cubriera. Ella sólo estaba recargada contra la pared de la pequeña habitación que nos separaba del resto, más tranquila y relajada que nunca. La música fuerte no parecía alterarla.

-Tú dime qué cambió- susurró sin mirarme, sin moverse. Yo caí cabizbaja en una silla cercana, mi mirada perdida en mis pensamientos.

El pasado me intrigaba, me preocupaba. No entendía a qué se refería. Siempre he tenido este sentimiento amargo, como una llama en el pecho que siempre me hacía preguntarme si realmente era yo lo que siempre debí haber sido. La incertidumbre no abandonaba mi mente, pero yo siempre trataba de ignorarla. Ella parecía disfrutar mi constante abatimiento.

-Oh, cariño...- susurró acercándose a mi con lentitud, agachándose para estar a mi altura y mirándome a los ojos mientras el cálido humo nos cubría -... eres tan fresca todavía...-

Quise apartarla cuando tomó mi rostro, pero ella se mantuvo firme. Retiró el cigarro de su boca con una mano y lo tiró al piso, aplastándolo con el pie sin siquiera verlo. Toda su atención estaba en mis ojos. Yo me petrifiqué una vez más, respirando agitadamente mientras su rostro se acercaba cada vez más al mío.

Me sentía asfixiada, extasiada. Su proximidad volvía a enviar electricidad por mi cuerpo pese a todo lo ocurrido. No podía evitar ser víctima de su deseo, y eso me desagradaba tanto...

Pero paró.

Nuestras narices se tocaron por varios segundos. Cerré mis ojos con fuerza.

Yo caía tan fácil. Era tan débil...

Una lágrima rodó por mi mejilla. Permanecimos en silencio durante varios segundos hasta que volví a sentir como se aproximaba una vez más. Podía saborear su aliento entrando en mi boca, su corazón latiendo con el mío. Parecía envuelta en un pesado sueño del que poco a poco comencé a despertar. Todo había cambiado, y las luces a mi alrededor me hicieron notar el error en el que me encontraba.

-Vete... - susurré lastimosamente cuando sentí sus labios tocar los míos -... deja de jugar conmigo-.

Ella sonrió con malicia y suspiró, apartándose de mi con una mueca de satisfacción.

-¿Ahora lo entiendes, cariño?- me dijo con un gesto de superioridad -Tratas de pelear contra tus deseos. No podrás mucho tiempo. Siempre has sido mía y siempre lo serás-.

Y con eso abandonó la habitación para luego escapar de nuestro viejo cabaret. Me dejó sola en las sombras de mi propia vida, de mi existencia. Un escalofrío corrió por mi espalda cuando me di cuenta de que tenía razón; yo nunca podría alejarme de ella. Era como si estuviera encadenada a el ser al que tanto amé... y que tanto me había dañado.

Yo sabía bien que aún la amaba. Vivía constantemente en este romance estéril en el que estuve envuelta toda mi vida.

Y hoy, a pesar de que se visitó como el hombre que era para ocultarse de las demás que no la conocían como tal, yo seguía viéndola como una débil florecita. Seguía viéndola como ser virginal, justificando todos sus pecados. A pesar de eso me sentía herida por su culpa, no lo entendía.

A final no hubo palabras que lo explicaran. Sólo quedó el silencio; ese silencio que no te deja vivir hasta que rompes en llanto...