NOTA:

NOTA: Las imágenes usadas no son de mi propiedad. Provienen de www.deviantart.com o de artistas externos.

sábado, 16 de abril de 2011

Somos Sombras en una Puesta en Escena...


The show MUST go on by ~PeligroInevitable



¿Te he dicho lo dramática que mi vida puede ser?

Todo parece un sueño... quisiera despertar y no puedo. Vivo en un constante acto, soy una sombra, y la vida es la puesta en escena que me sumerge en un constante drama...
Quisiera que me miraras a los ojos una vez más y me contaras tu historia, pero ahora has muerto en ella.

¡Por dios! ¡Has muerto! ¡HAS MUERTO! ¡CIELO SANTO, HAS MUERTO!

No puedo contener el llanto... no me importa el mundo, no me importa nada. Lloro como si me hubieran arrancado parte de mi alma de una manera tan salvaje que sangro, sangro mucho...
¿Por qué me arrebatas el aliento?

Quédatelo, amor mío... es tuyo...

Llévatelo donde sea que vayas, y deja que sea tu abrigo y sustento.


No siento tu calor... tu aroma se desvanece...

Quisiera atraparlo, quisiera mantenerlo inmóvil en el tiempo, quisiera... sumergirme en él...

¿Qué pasa con tus labios? Pierden su color...

Puedo besarlos, pero beso rocas frías y duras.



Tiemblo, tiemblo mucho...



"¿Por qué?" mi mente dice "¿POR QUÉ?"

Pero yo sé que es cierto... es cierto.. es cierto...

¡Quisiera arrancar tu cara y hacer que me muestres tu verdadero rostro! ¿POR QUÉ MUERES CON TU MÁSCARA?

Si lo hago vería tus demonios... algunos los probé...
Otros los maté.

Mi maquillaje se corre, la cortina se abre.

Me ven ahí contigo, siento las luces sobre mi rostro.

El show debe continuar...
... pero yo ya dejé de volar.


miércoles, 6 de abril de 2011

La dama de sabores diversos


life breath. by *m0thyyku



Probarla me envenenó dulcemente...

Es una de esas personalidades que no puedes mirar a los ojos, de esas mentes que no conoces con una simple conversación. Vale más acompañarla de un buen vino, con un buen verso, con uno de esos bocadillos que te preparan para las verdaderas delicias de la cocina.

Sus palabras te impresionan al instante, desde luego. Parecen tan comunes, tan vulgares y sencillas, pero parecen conocerte más de lo que tú mismo te conoces. Su mirada inspira alegría, hedonismo, pasiones ocultas dentro de un guardarropa fino, bajo una pila de libros, en algún armario de caoba. Oh, y esos labios... esos labios que parecen saber a café, a tabaco, a rompope, o tal vez a hierbabuena. No estás seguro, pero con el simple hecho de mirarlos ya te incitan a probarlos; ya los saboreas en tu boca.

¿De dónde viene tanto interés oculto? Tal vez es esa forma... esa forma de vivir como líquido efervescente, que se evapora, que juega con tu olfato, que adormece tus instintos pero a la vez los empieza a prender desde adentro. Es una llama candente que embriaga tu alma manteniendo el sentimiento en tu garganta.

¿Quién es? ¿por qué no se presenta? Más vale no hablar, deja que te guíe, deja que se apodere de tu cuerpo y mente. No la entiendas, no la precipites. No le digas que no entiendes o reirá juguetonamente hasta apoderarse de ti una vez más con su esencia. Porque parece un infante, parece primitivo; pero no te sorprendas si entiende mejor que tú.

Déjala dar vueltas alrededor de ti, déjala jugar contigo cuanto se le antoje. No la pares, deja que siga adelante. Siempre seguirá hechizándote y no parará de hacerte alucinar dentro de tu propia mente. Es tan desconocida, tan distante pero tan atrayente y personal, algo tan efímero y cambiante que pareces volver a conocer cada vez que vas a su encuentro.

Embriaga pero nunca asfixia. Ese es uno de sus encantos. Exalta emociones con su musicalidad y color.

Y sin previo aviso llega a tu alma, te da a probar un poco más de su esencia...

Sabe tan bien en tu boca; se siente tan seductora, fresca, caliente, pintoresca, sombría, amarga, dulce, suave, rápida, excitante, tranquilizante, profunda (parece adentrarte), hechizante, sobria, llena de locura, instintiva, apasionante, alucinante... es tan "salvaje" pero sofisticada a su modo...

Te vuelve loco.

Te deja desorientado, sin saber a dónde mirar, sin saber qué sentir... pero oh, ¡qué adictivo sentimiento!

Y cuando menos lo esperas ya te volvió su objeto de diversión, su nuevo juego. No te importa, sigues consumido, sigues bebiendo de su mismo vino. ¡Cómo te diviertes! ¡Qué libre te sientes! Pareces volar pero a la vez sumergirte en el profundo océano. Oh, no te preocupes, déjate sumergir, hay mucho por vivir aún.

Apenas estás conociendo algunos sabores de esta intrigante dama.

martes, 5 de abril de 2011

Pensamientos de Deborah (de mi novela "Mariposa de Humo"):

La poesía de las aves

Goldfinch by ~Alipipi


Nunca olvidaré aquel aroma a jazmín que entraba por la ventana de ese pequeño departamento en Londres. El perfume de la mañana era exquisito; y combinado con los cantos de los ruiseñores formaban el perfecto paraíso para mi. Esas mañanas de primavera siempre permanecerán en mi mente como el suspiro que encontré a la vida que había llevado hasta entonces.

Recuerdo que cierto día desperté justo en el momento en el que salía el sol. Una luz fina de color dorado entraba por el ventanal que estaba a un costado de la cama, atravesando las cortinas que se movían con el viento siendo bellos velos bordados color blanco, transparentes y ligeros. Comtesse yacía a mi lado, aún dormida, una sábana enredada alrededor de su cintura y cubriendo su desnudo cuerpo. La luz no llegaba a tocarla aún, pero podía ver cierto resplandor en su pálida piel.

Me levanté atraída por la majestuosidad del amanecer, sentándome en el alféizar de la ventana (el cuál sobresalía lo suficiente como para que pudiera posarme completamente en él, las cortinas separándome del resto de la habitación). Suspiré recargando mi cabeza en el cristal, sintiendo el frío del ambiente. El rocío de la mañana empañó un poco las ventanas, limpié el cristal con una mano.

En ese momento me sentía sumergida en un sueño que me parecía tan irreal y placentero que hacía que hubiera en mi cierto temor de que no fuera cierto, de que acabara pronto. Miré las calles con melancolía, con añoranza; veía poesía en todos lados, poesía que elevaba mi espíritu e impedía que se colapsase. Sin embargo, algo en ella parecía frágil dentro de mis pensamientos.

Me levanté después de un rato, terminando de vestirme sólo para volver a la ventana, esta vez sentándome cerca de las cortinas. El sol ya estaba cubriendo la habitación casi por completo, escuché a Comtesse moviéndose en la cama. La miré mientras abrazaba una cortina recargando mi cabeza en la pared, sumergida en mis pensamientos. Ella dio una vuelta, suspirando mientras parecía volver a la vida después de un largo sueño.

--¿Deborah?—preguntó al no sentirme a su lado, luego abrió los ojos lentamente sin moverse. Me vio en la ventana y sonrió suavemente.

--Oh, querida… abrazando esa cortina que cae entre tus piernas, con esa mirada tan soñadora y la frescura de la mañana serías una de las cosas más perfectas que haya visto… si estuvieras desnuda—me dijo con una risa, incorporándose en la cama con un bostezo. Yo sólo la miraba sin hablar, no tenía ánimos de nada.

Sin pensarlo dos veces volvió a caer en la almohada, cerrando sus ojos una vez más. El cálido olor de su cuerpo llegó a mi, haciendo que también los cerrara por unos segundos. Comtesse dio una vuelta en la cama, enredándose aún más con las sábanas y colocándose bocabajo usando sus brazos para apoyar su mentón. Abrió los ojos poco a poco sin mirar nada en específico. El silencio nos cubrió a ambas.

Algo que estaba atorado en mi garganta quiso salir en ese momento. El temor de saber la respuesta hizo que mi labio temblara ligeramente con un suspiro, sus ojos me apuntaron rápidamente.

--Comtesse…-- susurré con la mirada en el piso, temiendo encontrar la suya. Ella aguardó en silencio a que continuara.

--Comtesse… tú… ¿tú me…?—sentí como mi voz se quebró en ese momento. Cerré mi boca tragando con dificultad, luego suspiré lastimosamente.

--Comtesse, ¿sientes algo… por mi?—dije finalmente en un susurro apenas audible. Mi labio inferior seguía temblando, mi mirada estaba llena de temor.

La oí suspirar mientras volvía a acomodarse. No me contestó, su silencio hizo que mi corazón latiera frenéticamente añorando tener el suyo, la miré con preocupación. Esta vez estaba bocarriba, mirando el techo con sus dos manos detrás de su cabeza.

Me levante mientras el sentimiento se apoderaba de mi, dirigiéndome a la puerta con un leve sollozo. Ella se volteó una vez más, mirándome mientras la abría. El frío y húmedo viento del ambiente londinense entró a la habitación, desconcertándome.

--No te vayas de ese modo…-- susurró secamente, yo la miré tratando de tragarme mis sentimientos. Me sonrió rápidamente, yo cerré la puerta lentamente.

--¿Por qué no lo haría?—susurré. Ella me miró gravemente. Estaba asfixiándome con su silencio, parecía carcomer mis adentros.

--¿Cuándo te ha faltado algo conmigo?—susurró, yo me recargué en la pared cabizbaja.

--Nunca…-- respondí, ella sonrió placenteramente.

--Entonces, ¿por qué te irías?—

Callé sin saber qué contestarle, luego la miré a los ojos con valentía. Algo estaba hirviendo en mi sangre.

--Comtesse… por favor dime, ¿qué soy para ti? ¿qué he sido todo este tiempo?—pregunté insistente, ella abrió ligeramente la boca desviando mi mirada, luego rió amargamente.

--¿Es necesario ponerle palabras a algo como esto?—masculló. Yo bajé la mirada una vez más. ¿Realmente era necesario?

Abrí la puerta sintiendo el impulso de largarme de ahí y aclarar mi mente. Su voz paralizó mis acciones una vez más.

--Pero… te necesito—dijo con una mirada inocente. Una frase tan simple y cliché como esa hizo que se me helara la sangre. Di la vuelta lentamente para mirarla a los ojos, los cuáles me expresaban poco en ese momento.

--¿Para qué?-- pregunté en un tono frío, sintiéndome herida. Ella sonrió con dulzura.

--Para poder respirar... para vivir-- me dijo, haciendo una mala imitación de mi poesía. Yo sólo bufé y salí de la habitación... sólo para darme cuenta de lo mucho que quería volver.

*********

Las solitarias calles fueron mi mejor compañía. Había algo en el viento que parece comprender tus pensamientos, aligerar tu espíritu y consolarte en tus más oscuros momentos. En este preciso instante la soledad era lo que más me apaciguaba, me hacía añorar la compañía de ese ser que se había vuelto todo en mi vida… pero a la vez me ayudaba a darme un respiro a mi misma.

¿Por qué parecen ser los edificios a mi alrededor tan inmutables? Todo cambia, pero ellos parecen permanecer en las entrañas de tiempo, observando cada movimiento, siendo escenarios de tantos momentos. Yo me sentía tan frágil y cambiante, mi alma observaba hechos y sentía toda clase de emociones, pero mi cuerpo era tan mutable como ésta. Detesté mi fragilidad, mis metamorfosis, mi vida entera. Poco sabía yo que de metamorfosis vivimos y de cambios subsistimos.

Ella venía a mi mente como una hoja es arrastrada por el viento hasta el estanque de mis pensamientos. Su ligera risa que oculta dolores que yo desconocía; su hermosa mirada que parecía retener mundos enteros que nunca ha dejado salir; aquella sonrisa que pretende ocultar sentimientos asfixiantes; ese cuerpo tan bello, sus muy poco pronunciadas pero exquisitas curvas, su firme pecho, sus suaves manos, su cálida y exótica piel que sabe al más delicioso fruto y, hasta eso, su masculinidad adornada con su fina naturaleza… todo aquello era suficiente para que siguiera volviéndome demente. Era como la esfinge en el desierto de Guiza, ocultando tantos secretos que han presenciado aquellos ojos borrados con el tiempo, reconstruyendo su cuerpo dañado a través de tantas épocas distintas, tomando algo de cada una, armando un caparazón de lo que el mundo le traía para no desplomarse como arena en el desierto. Ella era la majestuosa figura que vigilaba el alba protegiendo el pasaje entre lo vivo y lo muerto, entre mi alma y su propio sustento; y todo aquello era lo que me parecían tan misterioso y atrayente.

Oh, la poesía surgía una vez más en mi mente, manchando mis labios de un rojo similar al de las granadas. Respiré el aire primaveral antes de entrar a un parque cercano y sentarme en una banca que yacía bajo un árbol de cerezos. Los perfumes sublimes elevaron mi mente a lo más alto. Sí, soledad era todo lo que necesitaba… desconectarme de su presencia para poder respirar vida.

Los parques públicos en Londres son unos de los más hermosos que he visto (no es que haya visto demasiados); tenían un ambiente especialmente lleno de vida en esta época. Miré a mi alrededor imaginando las personas que habrán visto lo que yo veía ahora. Sonreí.

Fue entonces cuando el canto de un jilguerillo que estaba posado en la rama más alta de un frondoso roble captó toda mi atención. ¿Cómo era posible que las aves vivan tan plácidamente, entonando sus bellas canciones y volando con el mismo viento sin perturbarse por el mundo en el que viven? Parecen dadoras de vida, sabios seres que viven dentro de la poesía. Y claro, si nos referimos a la poesía de las aves como la capacidad de vivir la vida de esa manera tan placentera, tan libre, tan intocable…

Lo miré con preocupación y le rogué que no siguiera el camino que una vez siguió un ruiseñor, que no creyera en el amor humano, que no se sacrificara por una rosa. En ese momento sentí aún asfixiada usando mi propia piel.

¿Por qué mi vida no era similar a la de ellas? ¿Por qué no podía despegarme de esta vida material que llevaba, basada en placeres tan poco profundos?

Si tan sólo supiéramos vivir como las aves…

El sonido de risas me despertó de ese pensamiento, bajé la mirada para encontrarme a un niño quien, al verme, detuvo su carrera para inspeccionarme. Lo miré en silencio un largo rato, luego él me sonrió. Hay algo tan increíble en los niños, como si ellos realmente comprendieran el mundo mejor que nosotros…

Para mi sorpresa, el niño se agachó lentamente tomando un puño de tierra. Mi sonrisa de desvaneció, preguntándome qué haría. Él se levantó con una risa y me tiró la tierra en la cara.

Cerré los ojos molesta.

Los niños… ¡cómo si realmente pensaran en los demás alguna vez!

Apreté los ojos fuertemente soltando un quejido. Aquella criatura había arruinado mi momento poético; pero justo en ese momento mis facciones se relajaron. Algo hizo “clic” en mi cabeza. Suspiré, luego empecé a reír a carcajadas. No sé si el niño me estaba mirando, pero yo reía sin importar lo que había a mi alrededor. En ese momento entendí un poco más de la vida, pensando en las aves y su existencia. ¡Qué mal había entendido su mensaje!

Me levanté y caminé por las calles de esa hermosa ciudad durante el resto del día. Miraba a mi alrededor, a las personas, a las cosas. Me sentía un poco más libre de lo que me sentía antes, aquel insignificante hecho había alivianado y a la vez fortalecido mi espíritu un poco más. Deambulé por esas calles hasta caer el anochecer, decidiendo volver hacia donde estaba Comtesse.

Para mi sorpresa, la vi tirada en el suelo frente a nuestro apartamento, pasada de copas, con un aspecto sumamente desaliñado y desagradable. Tenía puesta una camisa que estaba totalmente abierta y unos pantalones de mezclilla con un cinturón desabrochado. No quise pensar qué estaba haciendo o por qué iba vestido de esa manera, en este momento ni siquiera me importó. Al verme venir, sonrió ampliamente.

--Sabía que volverías, dulzura—dijo con su voz grave y chocante, no me había acercado demasiado aún y pude oler su aliento a alcohol. La miré fríamente.

--¿Qué ocurrió? ¿dónde estabas?—le pregunté en un tono sombrío, él rió vulgarmente, mirándome con una mirada perdida.

--¡Fui a divertirme, bombón! ¡Tú ya te habías ido! Y también me sacaron del departamento…-- balbuceó buscando una botella vacía en el suelo. Yo contuve la respiración.

--¿Te sacaron?—

--Si… si, ya no es nuestro… debemos irnos—

Cerré los ojos un momento y suspiré resbalado una mano por mi cara. Me agaché para ayudarle a levantarse y coloqué su brazo sobre mi hombro. Estaba demasiado ebrio para caminar.

Algo en este evento no me estaba afectando por completo. No lo sé, tal vez estaba viendo las cosas desde otra perspectiva, tal vez algo dentro de mi había cambiado. Fuera lo que fuera ese día entendí la poesía fuera de los sueños y me adentré a la poesía de la vida; enseñada, si pones atención, por las mismas aves…