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lunes, 23 de enero de 2012
Perpetuar existencias

lunes, 2 de enero de 2012
Mi corazón

sábado, 17 de diciembre de 2011
La metamorfosis policromática


La sombra al otro lado de aquel pequeño local. Ente dulce y sutil, con intensiones ocultas, tomando café de la gran taza con ambas manos. Su mirada brillante y soñadora repasa cada una de las manchas en la pared. Apenas nota mi presencia cuando me siento frente a ella.
-Sí, existes. Siempre lo había presentido.
-Siempre he estado aquí, esperando. Muchos creen que soy dos figuras físicas con emociones, pero se equivocan. Exito de una manera u de otra, en algún lado, como idea, como algo que se pretende definir. Ahora me tienes. Ahora me vives. Dulce criatura inocente, no debes desperdiciarme.
-No lo haré. Aunque me das algo de temor…

Ella sonrió de nuevo y bebió de su taza de café mientras me miraba. Luego tomó mi mano y me llevó arriba, donde la luna brilla y las estrellas pueden tocarnos.
-Conmigo siempre vivirás en la incertidumbre—me dijo –Es parte de mi encanto. Respírame y déjate llevar por el viento cargado de esporas. La vida te espera.

Ayer te dije tantas cosas que a penas puedo recordar en este momento. Te mostré el sol de las cinco y navegamos entre las personas como su fuéramos espectros. Al final todo dejó de importarme, sólo planeaba habitar este mismo espacio contigo.
Una estrella fugaz brillaba en mi garganta. Aún así, la luz se concentraba en mi pecho y no podía salir correctamente por mi boca.

Tú.
Sí, usted, aquel hombre al otro lado de la habitación. Querido caballero, ¿cómo se encuentra? No tiene idea de la cantidad de planes que flotan en mi cabeza. Planes para usted.
No, espere, no me mire de ese modo. Planeo hacer que su existencia sea, paulatinamente, más divertida. No sólo pasable, escuchó bien, divertida, y además, magnífica. Usted y yo tenemos un trato de ahora en adelante, yo misma lo establezco.

Planeo compartir secretos con usted. Ah, pero no cualquiera, algunos lo harán soñar y otros lo harán sufrir, no importa. Es parte de vivir.
Después… bueno, pienso en unas vacaciones en un mundo paralelo. Le haré disfrutar cada paso que de en él, ¿suena tentador, verdad?


Una anaconda de estrellas surca el cielo, se enredó en la luna y la bajó a mis pies. ¿Qué pasa si la piso? ¿En qué especie de viaje me he metido?
Oh, la poca experiencia. Al salir de ese útero ni siquiera pensé que viajaría.
Bienvenue, c’est la vie, ma cherie!
martes, 14 de junio de 2011
Mariposa de Humo (Silencio)

martes, 5 de abril de 2011
Pensamientos de Deborah (de mi novela "Mariposa de Humo"):
La poesía de las aves…
Goldfinch by ~Alipipi
Nunca olvidaré aquel aroma a jazmín que entraba por la ventana de ese pequeño departamento en Londres. El perfume de la mañana era exquisito; y combinado con los cantos de los ruiseñores formaban el perfecto paraíso para mi. Esas mañanas de primavera siempre permanecerán en mi mente como el suspiro que encontré a la vida que había llevado hasta entonces.
Recuerdo que cierto día desperté justo en el momento en el que salía el sol. Una luz fina de color dorado entraba por el ventanal que estaba a un costado de la cama, atravesando las cortinas que se movían con el viento siendo bellos velos bordados color blanco, transparentes y ligeros. Comtesse yacía a mi lado, aún dormida, una sábana enredada alrededor de su cintura y cubriendo su desnudo cuerpo. La luz no llegaba a tocarla aún, pero podía ver cierto resplandor en su pálida piel.
Me levanté atraída por la majestuosidad del amanecer, sentándome en el alféizar de la ventana (el cuál sobresalía lo suficiente como para que pudiera posarme completamente en él, las cortinas separándome del resto de la habitación). Suspiré recargando mi cabeza en el cristal, sintiendo el frío del ambiente. El rocío de la mañana empañó un poco las ventanas, limpié el cristal con una mano.
En ese momento me sentía sumergida en un sueño que me parecía tan irreal y placentero que hacía que hubiera en mi cierto temor de que no fuera cierto, de que acabara pronto. Miré las calles con melancolía, con añoranza; veía poesía en todos lados, poesía que elevaba mi espíritu e impedía que se colapsase. Sin embargo, algo en ella parecía frágil dentro de mis pensamientos.
Me levanté después de un rato, terminando de vestirme sólo para volver a la ventana, esta vez sentándome cerca de las cortinas. El sol ya estaba cubriendo la habitación casi por completo, escuché a Comtesse moviéndose en la cama. La miré mientras abrazaba una cortina recargando mi cabeza en la pared, sumergida en mis pensamientos. Ella dio una vuelta, suspirando mientras parecía volver a la vida después de un largo sueño.
--¿Deborah?—preguntó al no sentirme a su lado, luego abrió los ojos lentamente sin moverse. Me vio en la ventana y sonrió suavemente.
--Oh, querida… abrazando esa cortina que cae entre tus piernas, con esa mirada tan soñadora y la frescura de la mañana serías una de las cosas más perfectas que haya visto… si estuvieras desnuda—me dijo con una risa, incorporándose en la cama con un bostezo. Yo sólo la miraba sin hablar, no tenía ánimos de nada.
Sin pensarlo dos veces volvió a caer en la almohada, cerrando sus ojos una vez más. El cálido olor de su cuerpo llegó a mi, haciendo que también los cerrara por unos segundos. Comtesse dio una vuelta en la cama, enredándose aún más con las sábanas y colocándose bocabajo usando sus brazos para apoyar su mentón. Abrió los ojos poco a poco sin mirar nada en específico. El silencio nos cubrió a ambas.
Algo que estaba atorado en mi garganta quiso salir en ese momento. El temor de saber la respuesta hizo que mi labio temblara ligeramente con un suspiro, sus ojos me apuntaron rápidamente.
--Comtesse…-- susurré con la mirada en el piso, temiendo encontrar la suya. Ella aguardó en silencio a que continuara.
--Comtesse… tú… ¿tú me…?—sentí como mi voz se quebró en ese momento. Cerré mi boca tragando con dificultad, luego suspiré lastimosamente.
--Comtesse, ¿sientes algo… por mi?—dije finalmente en un susurro apenas audible. Mi labio inferior seguía temblando, mi mirada estaba llena de temor.
La oí suspirar mientras volvía a acomodarse. No me contestó, su silencio hizo que mi corazón latiera frenéticamente añorando tener el suyo, la miré con preocupación. Esta vez estaba bocarriba, mirando el techo con sus dos manos detrás de su cabeza.
Me levante mientras el sentimiento se apoderaba de mi, dirigiéndome a la puerta con un leve sollozo. Ella se volteó una vez más, mirándome mientras la abría. El frío y húmedo viento del ambiente londinense entró a la habitación, desconcertándome.
--No te vayas de ese modo…-- susurró secamente, yo la miré tratando de tragarme mis sentimientos. Me sonrió rápidamente, yo cerré la puerta lentamente.
--¿Por qué no lo haría?—susurré. Ella me miró gravemente. Estaba asfixiándome con su silencio, parecía carcomer mis adentros.
--¿Cuándo te ha faltado algo conmigo?—susurró, yo me recargué en la pared cabizbaja.
--Nunca…-- respondí, ella sonrió placenteramente.
--Entonces, ¿por qué te irías?—
Callé sin saber qué contestarle, luego la miré a los ojos con valentía. Algo estaba hirviendo en mi sangre.
--Comtesse… por favor dime, ¿qué soy para ti? ¿qué he sido todo este tiempo?—pregunté insistente, ella abrió ligeramente la boca desviando mi mirada, luego rió amargamente.
--¿Es necesario ponerle palabras a algo como esto?—masculló. Yo bajé la mirada una vez más. ¿Realmente era necesario?
Abrí la puerta sintiendo el impulso de largarme de ahí y aclarar mi mente. Su voz paralizó mis acciones una vez más.
--Pero… te necesito—dijo con una mirada inocente. Una frase tan simple y cliché como esa hizo que se me helara la sangre. Di la vuelta lentamente para mirarla a los ojos, los cuáles me expresaban poco en ese momento.
--¿Para qué?-- pregunté en un tono frío, sintiéndome herida. Ella sonrió con dulzura.
--Para poder respirar... para vivir-- me dijo, haciendo una mala imitación de mi poesía. Yo sólo bufé y salí de la habitación... sólo para darme cuenta de lo mucho que quería volver.
*********
Las solitarias calles fueron mi mejor compañía. Había algo en el viento que parece comprender tus pensamientos, aligerar tu espíritu y consolarte en tus más oscuros momentos. En este preciso instante la soledad era lo que más me apaciguaba, me hacía añorar la compañía de ese ser que se había vuelto todo en mi vida… pero a la vez me ayudaba a darme un respiro a mi misma.
¿Por qué parecen ser los edificios a mi alrededor tan inmutables? Todo cambia, pero ellos parecen permanecer en las entrañas de tiempo, observando cada movimiento, siendo escenarios de tantos momentos. Yo me sentía tan frágil y cambiante, mi alma observaba hechos y sentía toda clase de emociones, pero mi cuerpo era tan mutable como ésta. Detesté mi fragilidad, mis metamorfosis, mi vida entera. Poco sabía yo que de metamorfosis vivimos y de cambios subsistimos.
Ella venía a mi mente como una hoja es arrastrada por el viento hasta el estanque de mis pensamientos. Su ligera risa que oculta dolores que yo desconocía; su hermosa mirada que parecía retener mundos enteros que nunca ha dejado salir; aquella sonrisa que pretende ocultar sentimientos asfixiantes; ese cuerpo tan bello, sus muy poco pronunciadas pero exquisitas curvas, su firme pecho, sus suaves manos, su cálida y exótica piel que sabe al más delicioso fruto y, hasta eso, su masculinidad adornada con su fina naturaleza… todo aquello era suficiente para que siguiera volviéndome demente. Era como la esfinge en el desierto de Guiza, ocultando tantos secretos que han presenciado aquellos ojos borrados con el tiempo, reconstruyendo su cuerpo dañado a través de tantas épocas distintas, tomando algo de cada una, armando un caparazón de lo que el mundo le traía para no desplomarse como arena en el desierto. Ella era la majestuosa figura que vigilaba el alba protegiendo el pasaje entre lo vivo y lo muerto, entre mi alma y su propio sustento; y todo aquello era lo que me parecían tan misterioso y atrayente.
Oh, la poesía surgía una vez más en mi mente, manchando mis labios de un rojo similar al de las granadas. Respiré el aire primaveral antes de entrar a un parque cercano y sentarme en una banca que yacía bajo un árbol de cerezos. Los perfumes sublimes elevaron mi mente a lo más alto. Sí, soledad era todo lo que necesitaba… desconectarme de su presencia para poder respirar vida.
Los parques públicos en Londres son unos de los más hermosos que he visto (no es que haya visto demasiados); tenían un ambiente especialmente lleno de vida en esta época. Miré a mi alrededor imaginando las personas que habrán visto lo que yo veía ahora. Sonreí.
Fue entonces cuando el canto de un jilguerillo que estaba posado en la rama más alta de un frondoso roble captó toda mi atención. ¿Cómo era posible que las aves vivan tan plácidamente, entonando sus bellas canciones y volando con el mismo viento sin perturbarse por el mundo en el que viven? Parecen dadoras de vida, sabios seres que viven dentro de la poesía. Y claro, si nos referimos a la poesía de las aves como la capacidad de vivir la vida de esa manera tan placentera, tan libre, tan intocable…
Lo miré con preocupación y le rogué que no siguiera el camino que una vez siguió un ruiseñor, que no creyera en el amor humano, que no se sacrificara por una rosa. En ese momento sentí aún asfixiada usando mi propia piel.
¿Por qué mi vida no era similar a la de ellas? ¿Por qué no podía despegarme de esta vida material que llevaba, basada en placeres tan poco profundos?
Si tan sólo supiéramos vivir como las aves…
El sonido de risas me despertó de ese pensamiento, bajé la mirada para encontrarme a un niño quien, al verme, detuvo su carrera para inspeccionarme. Lo miré en silencio un largo rato, luego él me sonrió. Hay algo tan increíble en los niños, como si ellos realmente comprendieran el mundo mejor que nosotros…
Para mi sorpresa, el niño se agachó lentamente tomando un puño de tierra. Mi sonrisa de desvaneció, preguntándome qué haría. Él se levantó con una risa y me tiró la tierra en la cara.
Cerré los ojos molesta.
Los niños… ¡cómo si realmente pensaran en los demás alguna vez!
Apreté los ojos fuertemente soltando un quejido. Aquella criatura había arruinado mi momento poético; pero justo en ese momento mis facciones se relajaron. Algo hizo “clic” en mi cabeza. Suspiré, luego empecé a reír a carcajadas. No sé si el niño me estaba mirando, pero yo reía sin importar lo que había a mi alrededor. En ese momento entendí un poco más de la vida, pensando en las aves y su existencia. ¡Qué mal había entendido su mensaje!
Me levanté y caminé por las calles de esa hermosa ciudad durante el resto del día. Miraba a mi alrededor, a las personas, a las cosas. Me sentía un poco más libre de lo que me sentía antes, aquel insignificante hecho había alivianado y a la vez fortalecido mi espíritu un poco más. Deambulé por esas calles hasta caer el anochecer, decidiendo volver hacia donde estaba Comtesse.
Para mi sorpresa, la vi tirada en el suelo frente a nuestro apartamento, pasada de copas, con un aspecto sumamente desaliñado y desagradable. Tenía puesta una camisa que estaba totalmente abierta y unos pantalones de mezclilla con un cinturón desabrochado. No quise pensar qué estaba haciendo o por qué iba vestido de esa manera, en este momento ni siquiera me importó. Al verme venir, sonrió ampliamente.
--Sabía que volverías, dulzura—dijo con su voz grave y chocante, no me había acercado demasiado aún y pude oler su aliento a alcohol. La miré fríamente.
--¿Qué ocurrió? ¿dónde estabas?—le pregunté en un tono sombrío, él rió vulgarmente, mirándome con una mirada perdida.
--¡Fui a divertirme, bombón! ¡Tú ya te habías ido! Y también me sacaron del departamento…-- balbuceó buscando una botella vacía en el suelo. Yo contuve la respiración.
--¿Te sacaron?—
--Si… si, ya no es nuestro… debemos irnos—
Cerré los ojos un momento y suspiré resbalado una mano por mi cara. Me agaché para ayudarle a levantarse y coloqué su brazo sobre mi hombro. Estaba demasiado ebrio para caminar.
Algo en este evento no me estaba afectando por completo. No lo sé, tal vez estaba viendo las cosas desde otra perspectiva, tal vez algo dentro de mi había cambiado. Fuera lo que fuera ese día entendí la poesía fuera de los sueños y me adentré a la poesía de la vida; enseñada, si pones atención, por las mismas aves…
martes, 22 de marzo de 2011
Quisiera probar tu volátil alma...

domingo, 20 de marzo de 2011
Fragmento de "Mariposa de Humo"...

No pienses en el género; éste no importa. Detrás del sol puede haber una luna.
(...)
Noté su tibio aliento sobre mi cara durante algunos momentos. Mi corazón comenzó a latir frenéticamente, sintiendo el calor que su cuerpo irradiaba sobre mi piel mientras se acercaba cada vez más. Sé que la oscuridad dibujó una sonrisa en su rostro cuando sintió mi respiración llena de nerviosismo, pues escuché una leve risa escapar de sus labios.
Oh, mi mundo entero paró, mi mente estaba alucinando, imaginando, sintiendo, anhelando…
Recuerdo haber cerrado los ojos cuando su nariz rozó con la mía, sintiéndome consumida en ese instante por su aliento, absorbida en la espera, deseosa de apoderarme de sus labios. Me aterré cuando volví a sentir que se alejaba, abriendo los ojos de golpe, añorando su calor y su propio encuentro.
Mi mente se llenó de desesperación al no volver a sentirla cerca, pasaron varios minutos y yo seguía sin tenerla. Bajé mi mirada, recuerdo haber tenido todos aquellos sentimientos ardiendo como llamas en mis adentros, tratando de ser apagados de golpe pero ardiendo como el sol mismo. Temblé ligeramente, mis ojos se humedecieron con frustración, solté un leve quejido dejando caer mis brazos. Escuché una risa cercana, mis sentidos se volvieron alertas de nuevo.
Pude sentirla respirando cerca de mi oído, mandando electricidad por todo mi cuerpo. Abrazó mi cintura con suma delicadeza, gruñendo suavemente con placer y derritiéndome con ello. Después besó mi cuello lentamente, cerré los ojos con fuerza, suspirando complacida, dejando que recorriera todo mi cuerpo con sus suaves manos. Me tomó de la cintura una vez más, volteándome hacia ella, apoderándose de mis labios en aquel instante. Me volvió suya en ese momento, se adueñó de mi aliento, absorbió todo el fuego que ardía dentro.
Fue como si mi alma se hubiera desgarrado de mi cuerpo y ahora volara en lo alto; mi mente se sentía absorta en un mar de sentimientos que gorgoteaban dentro de mi cuerpo…
Mis pensamientos flotaban en sus labios, en su bello cuerpo, en su indescriptible aroma. Atravesé galaxias, planetas y luceros, todo en un segundo entero…
Oh, aquella noche fue como si hubiera renacido por completo…
Mi mente daba vueltas mientras su pasión se adueñaba por completo de mi boca, alargando aquella delicia que experimentaba. No sé cuándo tiempo pasó, sólo sé que pronto estábamos contra la pared y ella probaba poco a poco distintas partes de mi cuerpo, saboreando mi piel, haciéndome explotar en sentimiento.
Me perdí en aquellos besos…
La luces se prendieron en el instante en que volvía a mis labios, tardé en abrir mis ojos sólo para encontrarme con una mirada muy distinta; ahora cálida y distante, tocando mi delicada alma. Respirábamos agitadamente, ella pudo darme una encantadora sonrisa. La miré sin pestañear, sin poder recuperarme…
Deseando más, cuánto lo deseaba…
Deseaba tenerla para mi, que ella se consumiera en mis adentros, que me provocara con cada acto, con cada beso, con cada caricia que tocaría mi espíritu en ese momento…
Rió con delicadeza, tomándome de la mano y arrastrándome lejos de aquel lugar lo más rápido que pudo. Yo estaba en un estado de “cielo en tierra”, abatido por aquella enorme pasión que quemaba mi piel y habitaba mi pensamiento.
La música sonó una vez más, suave, seductora y placentera.
Ella me condujo a una pequeña habitación, cerrando la puerta tras de si rápidamente y besándome con lentitud, con ansias de tomarme y apoderarse de mi cuerpo. Sus manos recorrían todo mi ser, las mías poco a poco comenzaron a hacer lo mismo. Yo dejé de ser yo misma, yo mismo; me volví nosotros en aquel instante.
Nuestra respiración se volvió cada vez más agitada, nuestra ropa abandonado nuestros cuerpos con una rapidez impresionante. Pude sentir su cuerpo contra el mío totalmente, haciéndome temblar e incinerando mi mente, mi sangre, mi piel, mi alma; penetrando la barrera más profunda de mis emociones, candentes y sin sustento.
Sonrió mientras me besaba, revolviendo mi cabello, tomándolo con fuerza durante un momento. Volvió a bajar lentamente con sus besos, rozando mi pecho, bajando hasta lo más oculto de todo mi ser. Me estremecí enloqueciendo con aquel sentimiento, perdiendo el conocimiento, nadando en las aguas de el más sublime deseo.
¡Cuánto experimenté aquella noche con su cálido cuerpo!
Probé sus apetitosos labios, devoré la fruta prohibida, me disolví dentro de un alma que iba más allá de la mía…
A veces desearía volver a aquel momento, hundirme en la más deliciosa ignorancia o volver a sentir la experiencia de descubrir un camino entre los campos de aquel cuerpo. Lástima que todo aquello era ahora sólo el pasado y que mi orgullo estaba primero.
Recuerdo cuando me dejé caer en aquella cama mientras él poseía mi ser, me tomaba como suyo mientras yo caía a sus pies gustosamente. El mundo no importaba, nada importaba, todo era irreal y difuso en mi mirada; sentimientos se desbordaban por mi boca, por mis ojos y por mi constante aliento. Pude haber muerto ahí mismo y aún estaría flotando en lo más alto del cielo, atravesando la barrera del tiempo.
Me perdí por completo en él y ella en mi… simplemente vivimos al mismo ritmo por algunos momentos, adentrando nuestro ser, nuestro cuerpo, mezclándonos en nuestra dicha interna como hálito y fuego. No supe cuándo terminó pero así fue, y me desvanecí en las sábanas que enredaban nuestros desnudos cuerpos…
Y ahora recuerdo aquel “amor que no se atreve a llamarse por su nombre” (fuera la clase de amor que fuera), pensando que a fin de cuentas, en aquel desfile de sensaciones, en aquel silencio creado por actos y sentimientos, nombrarlo nunca fue necesario. tristeza comenzño a s se quedaron atorados en un hoyo en el suelo. y mi coraz suficiente dinero ()luego ser recuperado por ella
domingo, 27 de febrero de 2011
El Aroma de Noche, Fogata y Sueño (Parte I)
jueves, 20 de enero de 2011
Cuerpo Blanco


