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NOTA: Las imágenes usadas no son de mi propiedad. Provienen de www.deviantart.com o de artistas externos.
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viernes, 25 de noviembre de 2011

Campanas (recuerdos de Comtesse)






Carajo...

Son las seis de la mañana y el estúpido sol ya está arruinándome la existencia. Me dan ganas de lanzarle una de estas sucias botellas para que se apague y me deje pudrir en mi asquerosa cruda en paz.

Al abrir los ojos me di cuenta de que aún estaba a los pies de la santa y puta catedral. Fue lo más excitante que me pudo haber pasado; los religiosos murmuraban aterrados al ver mi cuerpo desnudo sobre el de ese hombre que creían "puro" y "casto", y yo podía oler nuestro semen manchando sus sagradas escaleras. Todo eso casi hace que me de un orgasmo de nuevo, pero estaba demasiado ocupado riéndome a carcajadas de su terror. ¡Hace mucho que no me divertía así! Jamás había disfrutado tanto cogerme a alguien...

Ayer en la mañana pasaba por este mismo lugar cuando unos cantos angelicales casi hacen que vomite. La gente de por ahí, como siempre, se me quedaron viendo como si fuera el mismísimo Satanás. Me valía un carajo; yo estaba fumando recargada en la pared de ese edificio. Para mi no eran nada más que un montón de ladrillos. Acababa de escapar de casa de mi padre, había caminado mucho con estos enormes tacones y no quería que nada más me jodiera.

Eran apenas las diez de la mañana, pero para mi ya era muy tarde. El tiempo no me importa, al final te das cuenta de que no sirve para nada. Como sea, cuando escapé de la casa del bastardo no tuve tiempo de llevarme casi nada. Le robé a una puta barata su maquillaje e hice lo posible para arreglarme. Era un fracaso, me asqueaba ver mi reflejo en un charco frente a mi, pero al final terminó valiéndome todo un carajo, como siempre.

Me aburría tanto que decidí mirar dentro de la iglesia. Todos en ella me daban risa; esas viejas asquerosas que se excitan con Cristo porque sus maridos no las satisfacen, los mocosos estúpidos que no saben dónde poner sus traseros, las familias que pretenden ser perfectas y... el resto de los idiotas. ¡Oh, pero el que se ganaba la medalla de oro era el sacerdote! Ese ridículo hijo de puta que manipula a todos como se le pega la gana. ¡Ah! Y tenía a todos los monaguillos que creen que él es dios en la Tierra y se dejan coger por él para eliminar todos sus pecados. Asqueroso bastardo de mierda... tiene el mejor trabajo que cualquier mortal quisiera tener. Lo detesto, me da lástima... lo envidio.

Tiré mi cigarro frente a su puta iglesia y lo pisé con ira. Puedo jurar que por un instante se dio cuenta de que lo miraba y dejó de hablar sorprendido. Tal vez creyó que el demonio esperaba afuera... o tal vez se le antojé. Fue una idea estúpida, pero me encantaba. Tenía ganas de divertirme un poco.

Cuando terminó la misa me mezclé entre la gente y entré. Casi me derrito entre las asquerosas figuras religiosas, pero decidí no mirarlas y enfocarme en el sacerdote. Tenía ganas de cogérmelo, no sé por qué. Me parecía graciosa la manera en la que me miraba, de una forma algo familiar. Tardé en darme cuenta de que yo conocía a ese imbécil.

Era un puto, como todos.

Una mueca de satisfacción se formó en mis labios. Decidí que era mejor que me largara y volviera después. Quería que el idiota estuviera solo para poder enfrentarlo. Dejé las sagradas paredes de ese repugnante lugar y me fui a beber. Eso estuve haciendo hasta la noche, cuando por fin volví. Me impresionó la suerte que tuve al toparme con él cerrando la puerta principal de la iglesia.

--James, querido, ¡tanto tiempo sin verte!—le dije con una ligera sonrisa. Él se quedó helado, asustado como un pobre cachorrillo. Eso sólo hizo que me riera más --¿No vas a contestarme? Veo que de pronto has olvidado todo lo que vivimos. Ya sé por qué estás aquí; nadie jamás te acusará de desear a una mujer.

Él apretó sus puños con fuerza y dio media vuelta para irse, sin hablarme. Reí a carcajadas mientras lo tomaba del brazo e introducía mi lengua casi hasta su garganta. Primero se resistió, pero luego se dejó llevar. Apuesto que hace años que no tenía sexo de verdad.

Así fue como poco a poco comencé a poseer su cuerpo. Las luces anaranjadas de la calle apenas nos alcanzaban; él resto era oscuridad. Amé cada segundo de todo esto, lo penetraba lentamente mientras él gemía como una gata en celo. Terminamos por caer como moscas muertas en esas escaleras.

Lo mejor de todo vino a la mañana siguiente, cuando el ensordecedor sonido de las campanas nos despertaron para la misma de seis. Aún me rio de los estúpidos creyentes inocentes… su sacerdote follaba como cualquier otra rata de carne y hueso.


sábado, 5 de noviembre de 2011

El aparador (Recuerdos de Deborah)






Sí; ahí estaba yo, en aquellos años de mi tierna infancia...

Esa época de mi vida fue, quizá, la más conmovedora, delicada, y confusa de todas. Fue un instante en el que me sentía maravillada por un mundo que se desenvolvía de una manera extraña frente a mis ojos; casi como si quisiera gritarme de golpe toda su inmensidad. Así veía todo; desde mi propio universo. Y yo, sin entender nada aún, vivía mirando las cosas a mi alrededor solamente desde el interior de mi infantil mente.

Mi madre siempre me traía de un lado a otro como un accesorio más. Ella se la pasaba en reuniones sociales, fiestas y centros comerciales. Eso, y las misas de cada domingo, las cuales jamás entendí. Yo sólo seguía sus pasos como cualquier niño a mi edad, más distante en mi mundo interior que en lo que ella pretendía inculcarme.

Recuerdo que un día caminábamos a prisa por un centro comercial de gran renombre. Mi madre se pavoneaba con orgullo tomándome de la mano; yo estaba constantemente distraída con los colores que navegaban frente a mi. Nos deteníamos con frecuencia para ver los productos que ofrecían en cada tienda, y yo miraba con asombro cada cosa. Les daba una interpretación propia en mi cabeza, nunca preguntaba. Mi madre solía ignorarme cada vez que lo hacía, así que hubo un punto en el que dejé de hacerlo.

Esa vez mi querida progenitora vio un vestido que llamó su atención (claro, como cada cosa costosa que veía) y me dejó esperando afuera con una enorme cantidad de bolsas mientras usaba una máscara de ignorancia y preguntaba el precio. Yo miraba mi reflejo en el aparador, apunto de desfallecer gracias al cansancio y al aburrimiento. En ese instante estaba perdida en los detalles de mi ropa de niño elegante; en los pequeños chinos que lograban formarse en algunas áreas de mi cabello ondulado, como los que caían en mi frente; en el cansancio en mi mirada; mi estatura, entre otras cosas. Estaba tan absorta en mí que tardé en notar a otros ojos que me miraban detrás de ese cristal. Al enfocar la vista me topé con la inmóvil presencia de un maniquí.

Sentí terror...

Aquella figura completamente blanca, con ojos pintados de un azul claro, labios rosados y cejas negras miraba hacia abajo, donde yo estaba parada. Su peluca rubia y rizada desentonaba con su apariencia. Yo le devolví la mirada un largo tiempo, consumida por su imagen, pero siempre volvía a encontrarme con la mía en el aparador.

No sé por qué comencé a notar en ese momento la diferencia entre géneros, pero lo hice. Miraba la figura inmóvil y mi reflejo sobre ésta. Podía distinguir algunas diferencias, pero aún no entendía todo por completo. Mi madre me jaló rápidamente lejos de ahí antes de que pudiera descifrado.

La vida, mediante una serie de represiones, terminó por cambiar eso.


sábado, 22 de octubre de 2011

Armando



Hands_by_hermeline


La luz en su mirada se volvía ocaso ante la mía.
Su cuerpo yacía en la estéril cama; marchito, frágil, y en perpetua calma.
El calor de mi mano se escapaba en la suya, ya helada.
Y mi congelado hálito caía al suelo, fragmentando mi alma.

Había noches en las que, ya de madrugada,
podía dormir de nuevo con su respiración bajo mi almohada.
Sólo me despertaba de golpe al perder su vida en el silencio,
dándome cuenta después de que era un sueño, y sólo eso.

Sus pálidos labios apenas susurraban mi nombre.
Su reseca piel había perdido el tacto casi por completo.
Yo ya no sabía si rendirme o seguir viviendo,
si todo lo que alguna vez quise fueron sus besos.

Y yo moría, ¡moría por dentro!
Cuando sabía que él aún brillaba,
brillaba tan adentro.

Su voz, en esa terrible oscuridad, a veces me quitaba el aliento.
Tan súbita, tan engañosa, dando esperanzas y mintiendo.
Su cuerpo dejaría de moverse. Yo lo sabía.
Pronto estaría solo, sin más sonrisas.

Hubo una noche en la que, mientras yo sentenciaba mis días en esa silla junto a su cama,
escuché un suspiro temeroso perturbando la constante calma.
Y un grito sordo aumentó mi ya grande angustia, desgarrando mi alma.

-Robbie, ¡Oh, Robbie mío! ¡Me están llamando marica de nuevo!

Yo lo miré, sorprendido, pensando que la dama blanca por fin lo estaba sentenciando. Recordé aquellos tiempo en los que, al caminar por las calles, tuve que defendernos de burlas y miedos.

-¿Quién? ¿Quién osa llamarte de ese modo, querido Armando?- susurré suavemente.
Trataba de conservar la calma y alivianar su espíritu antes de la irremediable muerte.

-Dios, ¡es Dios! ¡Oh, Robbie, puedo verlo! ¡Su mirada me quema! ¡Toda su esencia me condena!

Me quedé sin aliento. ¿Por qué seguía torturándolo ese nombre que le habían dado? Amadeo… ¡Amadeo! ¡”Amor a Dios” era su significado!
Eso lo sofocaba. Por eso prefería el nombre de Armando.

El sudor ya perlaba su frente; tuve que secarlo con un viejo paño,
todo mientras tomaba su rostro con una mano.
Sus ojos, desorbitados, miraban el pálido techo,
y un estremecimiento recorría su casi deshecho cuerpo.

-Robbie… ¡mi Robbie! ¡Siempre he sido un estorbo! No me dejes… por favor, no me dejes solo.

Las lágrimas ya eran compartidas por nosotros. Tomé su mano y la puse sobre mi pecho.

-Aquí estoy. Jamás me he ido. Jamás me iré.

Sus susurros se apagaban. Su angustia se iba.
Me alivió ver su respiración ya tranquila.
Besé su mano con ternura y lo miré un largo rato en silencio.
Él parecía volver a caer en los brazos de Morfeo.

Cuando pensé que la angustia se había ido, vi sus labios formar una leve sonrisa.

-Robbie… mi Robbie… Dios, es Dios… es…

-Descansa. No pienses en…

-No, no, Robbie mío, no. Nos han mentido… ellos nos han mentido.

Cerró sus labios. El resplandor en su rostro me hizo pensar por un momento que volvería a tenerlo entre mis brazos como en aquellos tiempos olvidados.
Sin embargo, lo vi volverse una estatua tan fugaz como el viento.
Se marchitó junto a los claveles rojos que rodeaban su dulce y penoso lecho.

Él se dejaba consumir en las aguas del mar negro, y yo, como un faro, trataba de guiarlo.
Mi luz por fin se apagaba, sin éxito.

En esa oscura habitación, con una leve y fúnebre luz asomándose entre las cortinas,
por fin dejé que las paredes colapsasen sobre mi traslúcida figura.

Él apenas nacía…
Y yo, ¡yo por fin moría!

domingo, 14 de agosto de 2011

Conversaciones II




-Soy un ser con mucho diálogo y poca vida...-





‎-¿Eres hombre o mujer?

-Soy mujer. Aunque viva dentro de un hombre.

-¿Entonces... eres un hombre?

-No, soy mujer.

-¿Y... "ella" es hombre o mujer?

-Depende de la perspectiva. A veces es tan frágil como una flor. A veces es tan vulgar como un hombre...-



lunes, 11 de julio de 2011

Puntos de Vista (Deborah / Comtesse)



DEBORAH:

Mi mente daba vueltas. Estaba como hipnotizada, avanzando sin siquiera mirar el suelo. Me tropecé con alguien que derramó alcohol sobre mi; me quejé enérgicamente pero fui totalmente ignorada. Traté de limpiarme con la misma blusa que había usado, pero me di cuenta de que había dejado mi maleta en la entrada. Bien, otra cosa de la cuál preocuparme, pero ya era muy tarde como para regresar.

Avancé una vez más mojada y sucia, detestando el olor desagradable que me cubría. Me recordaba a papá… eso era lo peor del asunto. La gente no me dejaba ver el escenario y mi corazón empezó a romperse. Caminé una vez más y uno de mis tacones se quedaron atorados en un hoyo en el suelo. La tristeza comenzó a sumergirme en mi pozo personal de miseria (un estado dramático de mi mente), y pensé en lo malo que fue huir de casa, en lo inútil que era, en lo que el karma me había hecho cuando…

--Dime, dulzura, ¿disfrutas el show de esta noche?—

Una voz seductora, armoniosa y profunda pareció penetrar mi mente. Empecé a temblar con nerviosismo, levantando mi mirada sólo para encontrarme con unos hermosos ojos de un brillante verde olivo inspeccionándome de arriba a bajo. Una sonrisa proveniente de unos labios color orquídea real me sonrieron pícaramente, haciendo que me sonrojara como un tomate. Sé que mis manos sudaron, mi mente se quedó en blanco y mis piernas casi me fallaron, todo en milésimas de segundo. Ella me miró dando una encantadora risita, mirando a la gente a nuestro alrededor.

--Oh, una nueva. ¿No es… divino?—musitó con asombro, riendo entre dientes mientras me miraba una vez más con compasión. Yo pestañeé dos veces, tratando de decir algo. Mi garganta estaba hecha un nudo. No pude.

--No te preocupes, bombón…-- susurró recorriendo mi mentón con su dedo índice suavemente. Sentí electricidad recorriendo todo mi cuerpo. –vivirás muchas cosas en este lugar—añadió seductivamente acercándose a mi rostro. Pude sentir su aliento en mi cara.

Todos rieron encantados mientras ella se retiraba a saludar a otro cliente. Algo pasaba con mi cuerpo (y bajo mi falda) que me impedía moverme, estaba en un estado de completa inutilidad mental y corporal. No tengo idea de cuánto tiempo pasó, sólo sé que volví en mi cuando la vi subiendo al escenario una vez más, tomando el micrófono entre sus delicadas manos.



COMTESSE:

Desde que la vi, supe que tenía que llevarme a esa perra a la cama.

Se veía como una estúpida rata indefensa, con esa mirada inocente en aquellos ojos color ámbar, ese maquillaje asquerosamente mal aplicado y esa ropa anticuada. Y claro, esa falda que no podía ocultar que la pequeña rata era bastante... ja, dominante.

En el momento en el que la vi desde el escenario, indefensa y asustada, supe que cuando bajara de éste como normalmente lo hago sería a la primera a la que saludaría.

La pobre perra tenía un tacón atorado en el piso, y un sujeto asquerosamente gordo le había dejado caer alcohol encima. Se veía can ridícula y miserable... me daba lástima. Me excitaba demasiado.

Vi lágrimas en sus ojos de "
boi" inexperta, reí entre dientes y me acerqué a ella lentamente.
La pobre estaba demasiado concentrada en su miseria como para notar mi presencia, me agaché para estar a su altura y me aproximé a su oído con una sonrisa seductora. La gente nos miraba con risas burlonas.

--Dime, dulzura, ¿disfrutas el show de esta noche?— susurré seductivamente. Ella levantó la mirada rápidamente y se paralizó. Sus ojos se abrieron con asombro, pero no salió ni una sola palabra de sus labios temblorosos.

Ja, esta perra me deseaba...

--Oh, una nueva. ¿No es… divino?—dije con un falso asombro y deleite, riendo entre dientes mientras la miraba una vez más con compasión. Ella seguía igual de estúpida e inmóvil, sin saber cómo reaccionar. Me encantaba lo sumisa que era.

--No te preocupes, bombón…-- susurré deslizando mi dedo índice por su mentón suavemente. Eso la hizo temblar –...vivirás muchas cosas en este lugar—añadí acercándome a su joven rostro.

Reí encantada mientras me alejaba; pude ver una perfecta erección bajo esa horrible falda. Deseé devorarla en ese momento, pero no; ya jugaría con ella después. Estaba segura de que después del espectáculo querría seguirme a la fiesta que siempre organizo, y, si se me antojaba en ese momento y la encontraba entre la multutud, podría jugar todo lo que me diera la gana con su frágil cuerpo. Por el momento, era una más lamiendo mis pies.

Eso siempre me subía el ánimo.

viernes, 8 de julio de 2011

Inocencia

"Matamos lo que amamos" por Vellocet_Photography



Quería morir, sólo quería morir.

Detestaba los hospitales. En ese momento estaba muriendo por envenenamiento; comencé a respirar agitadamente, mis ojos estaban demasiado abiertos, mi mente estaba por todos lados y por ninguno a la vez, no percibía bien las cosas a mi alrededor, muchas imágenes venían a mi mente...

Era el infierno; y yo de pronto estaba en una camilla, percibía las cosas a medias, sudaba, me ahogaba, quería que me dejaran en paz.

Todo esto me recordó a cuando era pequeño. Me quedaba horas solo en casa ya que mi madre nunca estaba, ocupada con su carrera de modelo; y mi padre rara vez se aparecía por aquí. Yo sólo buscaba algo que comer entre los botes de basura porque la asquerosa gorda que cuidaba de mi se ocupaba del refrigerador; y una vez la maldita casi me mata porque me intoxiqué con un bote de medicina a medio acabar de mi hermana, la inválida, y si mi madre no hubiera llegado a casa yo hubiera muerto en el piso ya que la estúpida se había quedado dormida frente al televisor con un enorme bote de helado.

Esa fue la primera vez que entré en un hospital, y lo detesté con toda mi alma. Estar en esos lugares dan ganas de suicidarte; con el olor a químicos, las luces sobre tu cara y la represión, sumadas con las estúpidas enfermeras y doctores con falsas sonrisas fingiendo que les importas, entrando a tu habitación cuando necesitas calor humano sólo para verte como un asqueroso objeto de prueba, uno más. Además, hay tanto material para quitarte la vida que es asfixiante.

Pero basta de recuerdos.


Todo se volvió borroso llegando a un punto y perdí el conocimiento. Muchas imágenes recorrían mi mente en milésimas de segundo y no podía evitarlo. Caí a un vacío, no sentía nada, no pensaba nada pero lo pensaba todo.

No sé qué tiene la mente en estos momentos que te juega trucos, pero me vi a mi misma caminando un campo lleno de margaritas marchitas. Yo lloraba, tenía aproximadamente cinco años, y una mirada de extremo terror se veía en mi rostro.

No parecía haber viento, el sol no calentaba. Había un silencio espectral en el ambiente en el cuál sólo podía escuchar mi propio llanto...

En eso, una niña se acercó a mi desde el otro lado de la pradera. Tenía una mirada de inocencia, unos ojos color ámbar y cabello hasta los hombros, negro y ondulado. Cuando estuvo más cerca pude notar que era un niño; y cuando llegó me entregó una margarita fresca junto con una dulce sonrisa.


Yo la arranqué de su mano y la devoré.


Y después todo se volvió asquerosamente blanco.

jueves, 7 de julio de 2011

Conversaciones

Años atrás Deborah comenzaba a descubrir pequeñas partes del arte en Europa, y se topó con el libro de "La Divina Comedia" de Dante Alighieri. Conversaba al respecto con sumo interés, preguntándose cosas que todo mundo llega a preguntarse cuando los pecados comienzan a roer tu consciencia.

Deborah: Si todo esto existe... imagina nuestras almas pudriéndose en el segundo círculo, o bueno... tal vez tú aún más abajo.

Comtesse (con una risa cínica): Oh, cariño, mando a todos al infiero... y ni siquiera creo en él.

martes, 14 de junio de 2011

Mariposa de Humo (Silencio)


Smoking 1 by ~usagicassidy



-¡Dímelo! ¿En qué momento dejé de importarte?-

Ella rió y prendió uno de sus finos y blancos cigarrillos, exhalando una gran bocanada de humo y quitándole la importancia a mis palabras con el acto.

-Nunca, amor. Siempre has sido lo mismo-.

-Entonces, ¿qué pasó? No lo entiendo...-

Ella me miró de soslayo con una mueca que poco a poco se convirtió en una maliciosa sonrisa burlona. Suspiró y desvió la mirada, colocando el cigarrillo en sus delgados labios y cerrando los ojos plácidamente.

Las luces color carmesí que en ese momento invadían el cabaret en un constante parpadeo y movimiento hacían que un ambiente de desesperación aún mayor me cubriera. Ella sólo estaba recargada contra la pared de la pequeña habitación que nos separaba del resto, más tranquila y relajada que nunca. La música fuerte no parecía alterarla.

-Tú dime qué cambió- susurró sin mirarme, sin moverse. Yo caí cabizbaja en una silla cercana, mi mirada perdida en mis pensamientos.

El pasado me intrigaba, me preocupaba. No entendía a qué se refería. Siempre he tenido este sentimiento amargo, como una llama en el pecho que siempre me hacía preguntarme si realmente era yo lo que siempre debí haber sido. La incertidumbre no abandonaba mi mente, pero yo siempre trataba de ignorarla. Ella parecía disfrutar mi constante abatimiento.

-Oh, cariño...- susurró acercándose a mi con lentitud, agachándose para estar a mi altura y mirándome a los ojos mientras el cálido humo nos cubría -... eres tan fresca todavía...-

Quise apartarla cuando tomó mi rostro, pero ella se mantuvo firme. Retiró el cigarro de su boca con una mano y lo tiró al piso, aplastándolo con el pie sin siquiera verlo. Toda su atención estaba en mis ojos. Yo me petrifiqué una vez más, respirando agitadamente mientras su rostro se acercaba cada vez más al mío.

Me sentía asfixiada, extasiada. Su proximidad volvía a enviar electricidad por mi cuerpo pese a todo lo ocurrido. No podía evitar ser víctima de su deseo, y eso me desagradaba tanto...

Pero paró.

Nuestras narices se tocaron por varios segundos. Cerré mis ojos con fuerza.

Yo caía tan fácil. Era tan débil...

Una lágrima rodó por mi mejilla. Permanecimos en silencio durante varios segundos hasta que volví a sentir como se aproximaba una vez más. Podía saborear su aliento entrando en mi boca, su corazón latiendo con el mío. Parecía envuelta en un pesado sueño del que poco a poco comencé a despertar. Todo había cambiado, y las luces a mi alrededor me hicieron notar el error en el que me encontraba.

-Vete... - susurré lastimosamente cuando sentí sus labios tocar los míos -... deja de jugar conmigo-.

Ella sonrió con malicia y suspiró, apartándose de mi con una mueca de satisfacción.

-¿Ahora lo entiendes, cariño?- me dijo con un gesto de superioridad -Tratas de pelear contra tus deseos. No podrás mucho tiempo. Siempre has sido mía y siempre lo serás-.

Y con eso abandonó la habitación para luego escapar de nuestro viejo cabaret. Me dejó sola en las sombras de mi propia vida, de mi existencia. Un escalofrío corrió por mi espalda cuando me di cuenta de que tenía razón; yo nunca podría alejarme de ella. Era como si estuviera encadenada a el ser al que tanto amé... y que tanto me había dañado.

Yo sabía bien que aún la amaba. Vivía constantemente en este romance estéril en el que estuve envuelta toda mi vida.

Y hoy, a pesar de que se visitó como el hombre que era para ocultarse de las demás que no la conocían como tal, yo seguía viéndola como una débil florecita. Seguía viéndola como ser virginal, justificando todos sus pecados. A pesar de eso me sentía herida por su culpa, no lo entendía.

A final no hubo palabras que lo explicaran. Sólo quedó el silencio; ese silencio que no te deja vivir hasta que rompes en llanto...


sábado, 16 de abril de 2011

Somos Sombras en una Puesta en Escena...


The show MUST go on by ~PeligroInevitable



¿Te he dicho lo dramática que mi vida puede ser?

Todo parece un sueño... quisiera despertar y no puedo. Vivo en un constante acto, soy una sombra, y la vida es la puesta en escena que me sumerge en un constante drama...
Quisiera que me miraras a los ojos una vez más y me contaras tu historia, pero ahora has muerto en ella.

¡Por dios! ¡Has muerto! ¡HAS MUERTO! ¡CIELO SANTO, HAS MUERTO!

No puedo contener el llanto... no me importa el mundo, no me importa nada. Lloro como si me hubieran arrancado parte de mi alma de una manera tan salvaje que sangro, sangro mucho...
¿Por qué me arrebatas el aliento?

Quédatelo, amor mío... es tuyo...

Llévatelo donde sea que vayas, y deja que sea tu abrigo y sustento.


No siento tu calor... tu aroma se desvanece...

Quisiera atraparlo, quisiera mantenerlo inmóvil en el tiempo, quisiera... sumergirme en él...

¿Qué pasa con tus labios? Pierden su color...

Puedo besarlos, pero beso rocas frías y duras.



Tiemblo, tiemblo mucho...



"¿Por qué?" mi mente dice "¿POR QUÉ?"

Pero yo sé que es cierto... es cierto.. es cierto...

¡Quisiera arrancar tu cara y hacer que me muestres tu verdadero rostro! ¿POR QUÉ MUERES CON TU MÁSCARA?

Si lo hago vería tus demonios... algunos los probé...
Otros los maté.

Mi maquillaje se corre, la cortina se abre.

Me ven ahí contigo, siento las luces sobre mi rostro.

El show debe continuar...
... pero yo ya dejé de volar.


martes, 5 de abril de 2011

Pensamientos de Deborah (de mi novela "Mariposa de Humo"):

La poesía de las aves

Goldfinch by ~Alipipi


Nunca olvidaré aquel aroma a jazmín que entraba por la ventana de ese pequeño departamento en Londres. El perfume de la mañana era exquisito; y combinado con los cantos de los ruiseñores formaban el perfecto paraíso para mi. Esas mañanas de primavera siempre permanecerán en mi mente como el suspiro que encontré a la vida que había llevado hasta entonces.

Recuerdo que cierto día desperté justo en el momento en el que salía el sol. Una luz fina de color dorado entraba por el ventanal que estaba a un costado de la cama, atravesando las cortinas que se movían con el viento siendo bellos velos bordados color blanco, transparentes y ligeros. Comtesse yacía a mi lado, aún dormida, una sábana enredada alrededor de su cintura y cubriendo su desnudo cuerpo. La luz no llegaba a tocarla aún, pero podía ver cierto resplandor en su pálida piel.

Me levanté atraída por la majestuosidad del amanecer, sentándome en el alféizar de la ventana (el cuál sobresalía lo suficiente como para que pudiera posarme completamente en él, las cortinas separándome del resto de la habitación). Suspiré recargando mi cabeza en el cristal, sintiendo el frío del ambiente. El rocío de la mañana empañó un poco las ventanas, limpié el cristal con una mano.

En ese momento me sentía sumergida en un sueño que me parecía tan irreal y placentero que hacía que hubiera en mi cierto temor de que no fuera cierto, de que acabara pronto. Miré las calles con melancolía, con añoranza; veía poesía en todos lados, poesía que elevaba mi espíritu e impedía que se colapsase. Sin embargo, algo en ella parecía frágil dentro de mis pensamientos.

Me levanté después de un rato, terminando de vestirme sólo para volver a la ventana, esta vez sentándome cerca de las cortinas. El sol ya estaba cubriendo la habitación casi por completo, escuché a Comtesse moviéndose en la cama. La miré mientras abrazaba una cortina recargando mi cabeza en la pared, sumergida en mis pensamientos. Ella dio una vuelta, suspirando mientras parecía volver a la vida después de un largo sueño.

--¿Deborah?—preguntó al no sentirme a su lado, luego abrió los ojos lentamente sin moverse. Me vio en la ventana y sonrió suavemente.

--Oh, querida… abrazando esa cortina que cae entre tus piernas, con esa mirada tan soñadora y la frescura de la mañana serías una de las cosas más perfectas que haya visto… si estuvieras desnuda—me dijo con una risa, incorporándose en la cama con un bostezo. Yo sólo la miraba sin hablar, no tenía ánimos de nada.

Sin pensarlo dos veces volvió a caer en la almohada, cerrando sus ojos una vez más. El cálido olor de su cuerpo llegó a mi, haciendo que también los cerrara por unos segundos. Comtesse dio una vuelta en la cama, enredándose aún más con las sábanas y colocándose bocabajo usando sus brazos para apoyar su mentón. Abrió los ojos poco a poco sin mirar nada en específico. El silencio nos cubrió a ambas.

Algo que estaba atorado en mi garganta quiso salir en ese momento. El temor de saber la respuesta hizo que mi labio temblara ligeramente con un suspiro, sus ojos me apuntaron rápidamente.

--Comtesse…-- susurré con la mirada en el piso, temiendo encontrar la suya. Ella aguardó en silencio a que continuara.

--Comtesse… tú… ¿tú me…?—sentí como mi voz se quebró en ese momento. Cerré mi boca tragando con dificultad, luego suspiré lastimosamente.

--Comtesse, ¿sientes algo… por mi?—dije finalmente en un susurro apenas audible. Mi labio inferior seguía temblando, mi mirada estaba llena de temor.

La oí suspirar mientras volvía a acomodarse. No me contestó, su silencio hizo que mi corazón latiera frenéticamente añorando tener el suyo, la miré con preocupación. Esta vez estaba bocarriba, mirando el techo con sus dos manos detrás de su cabeza.

Me levante mientras el sentimiento se apoderaba de mi, dirigiéndome a la puerta con un leve sollozo. Ella se volteó una vez más, mirándome mientras la abría. El frío y húmedo viento del ambiente londinense entró a la habitación, desconcertándome.

--No te vayas de ese modo…-- susurró secamente, yo la miré tratando de tragarme mis sentimientos. Me sonrió rápidamente, yo cerré la puerta lentamente.

--¿Por qué no lo haría?—susurré. Ella me miró gravemente. Estaba asfixiándome con su silencio, parecía carcomer mis adentros.

--¿Cuándo te ha faltado algo conmigo?—susurró, yo me recargué en la pared cabizbaja.

--Nunca…-- respondí, ella sonrió placenteramente.

--Entonces, ¿por qué te irías?—

Callé sin saber qué contestarle, luego la miré a los ojos con valentía. Algo estaba hirviendo en mi sangre.

--Comtesse… por favor dime, ¿qué soy para ti? ¿qué he sido todo este tiempo?—pregunté insistente, ella abrió ligeramente la boca desviando mi mirada, luego rió amargamente.

--¿Es necesario ponerle palabras a algo como esto?—masculló. Yo bajé la mirada una vez más. ¿Realmente era necesario?

Abrí la puerta sintiendo el impulso de largarme de ahí y aclarar mi mente. Su voz paralizó mis acciones una vez más.

--Pero… te necesito—dijo con una mirada inocente. Una frase tan simple y cliché como esa hizo que se me helara la sangre. Di la vuelta lentamente para mirarla a los ojos, los cuáles me expresaban poco en ese momento.

--¿Para qué?-- pregunté en un tono frío, sintiéndome herida. Ella sonrió con dulzura.

--Para poder respirar... para vivir-- me dijo, haciendo una mala imitación de mi poesía. Yo sólo bufé y salí de la habitación... sólo para darme cuenta de lo mucho que quería volver.

*********

Las solitarias calles fueron mi mejor compañía. Había algo en el viento que parece comprender tus pensamientos, aligerar tu espíritu y consolarte en tus más oscuros momentos. En este preciso instante la soledad era lo que más me apaciguaba, me hacía añorar la compañía de ese ser que se había vuelto todo en mi vida… pero a la vez me ayudaba a darme un respiro a mi misma.

¿Por qué parecen ser los edificios a mi alrededor tan inmutables? Todo cambia, pero ellos parecen permanecer en las entrañas de tiempo, observando cada movimiento, siendo escenarios de tantos momentos. Yo me sentía tan frágil y cambiante, mi alma observaba hechos y sentía toda clase de emociones, pero mi cuerpo era tan mutable como ésta. Detesté mi fragilidad, mis metamorfosis, mi vida entera. Poco sabía yo que de metamorfosis vivimos y de cambios subsistimos.

Ella venía a mi mente como una hoja es arrastrada por el viento hasta el estanque de mis pensamientos. Su ligera risa que oculta dolores que yo desconocía; su hermosa mirada que parecía retener mundos enteros que nunca ha dejado salir; aquella sonrisa que pretende ocultar sentimientos asfixiantes; ese cuerpo tan bello, sus muy poco pronunciadas pero exquisitas curvas, su firme pecho, sus suaves manos, su cálida y exótica piel que sabe al más delicioso fruto y, hasta eso, su masculinidad adornada con su fina naturaleza… todo aquello era suficiente para que siguiera volviéndome demente. Era como la esfinge en el desierto de Guiza, ocultando tantos secretos que han presenciado aquellos ojos borrados con el tiempo, reconstruyendo su cuerpo dañado a través de tantas épocas distintas, tomando algo de cada una, armando un caparazón de lo que el mundo le traía para no desplomarse como arena en el desierto. Ella era la majestuosa figura que vigilaba el alba protegiendo el pasaje entre lo vivo y lo muerto, entre mi alma y su propio sustento; y todo aquello era lo que me parecían tan misterioso y atrayente.

Oh, la poesía surgía una vez más en mi mente, manchando mis labios de un rojo similar al de las granadas. Respiré el aire primaveral antes de entrar a un parque cercano y sentarme en una banca que yacía bajo un árbol de cerezos. Los perfumes sublimes elevaron mi mente a lo más alto. Sí, soledad era todo lo que necesitaba… desconectarme de su presencia para poder respirar vida.

Los parques públicos en Londres son unos de los más hermosos que he visto (no es que haya visto demasiados); tenían un ambiente especialmente lleno de vida en esta época. Miré a mi alrededor imaginando las personas que habrán visto lo que yo veía ahora. Sonreí.

Fue entonces cuando el canto de un jilguerillo que estaba posado en la rama más alta de un frondoso roble captó toda mi atención. ¿Cómo era posible que las aves vivan tan plácidamente, entonando sus bellas canciones y volando con el mismo viento sin perturbarse por el mundo en el que viven? Parecen dadoras de vida, sabios seres que viven dentro de la poesía. Y claro, si nos referimos a la poesía de las aves como la capacidad de vivir la vida de esa manera tan placentera, tan libre, tan intocable…

Lo miré con preocupación y le rogué que no siguiera el camino que una vez siguió un ruiseñor, que no creyera en el amor humano, que no se sacrificara por una rosa. En ese momento sentí aún asfixiada usando mi propia piel.

¿Por qué mi vida no era similar a la de ellas? ¿Por qué no podía despegarme de esta vida material que llevaba, basada en placeres tan poco profundos?

Si tan sólo supiéramos vivir como las aves…

El sonido de risas me despertó de ese pensamiento, bajé la mirada para encontrarme a un niño quien, al verme, detuvo su carrera para inspeccionarme. Lo miré en silencio un largo rato, luego él me sonrió. Hay algo tan increíble en los niños, como si ellos realmente comprendieran el mundo mejor que nosotros…

Para mi sorpresa, el niño se agachó lentamente tomando un puño de tierra. Mi sonrisa de desvaneció, preguntándome qué haría. Él se levantó con una risa y me tiró la tierra en la cara.

Cerré los ojos molesta.

Los niños… ¡cómo si realmente pensaran en los demás alguna vez!

Apreté los ojos fuertemente soltando un quejido. Aquella criatura había arruinado mi momento poético; pero justo en ese momento mis facciones se relajaron. Algo hizo “clic” en mi cabeza. Suspiré, luego empecé a reír a carcajadas. No sé si el niño me estaba mirando, pero yo reía sin importar lo que había a mi alrededor. En ese momento entendí un poco más de la vida, pensando en las aves y su existencia. ¡Qué mal había entendido su mensaje!

Me levanté y caminé por las calles de esa hermosa ciudad durante el resto del día. Miraba a mi alrededor, a las personas, a las cosas. Me sentía un poco más libre de lo que me sentía antes, aquel insignificante hecho había alivianado y a la vez fortalecido mi espíritu un poco más. Deambulé por esas calles hasta caer el anochecer, decidiendo volver hacia donde estaba Comtesse.

Para mi sorpresa, la vi tirada en el suelo frente a nuestro apartamento, pasada de copas, con un aspecto sumamente desaliñado y desagradable. Tenía puesta una camisa que estaba totalmente abierta y unos pantalones de mezclilla con un cinturón desabrochado. No quise pensar qué estaba haciendo o por qué iba vestido de esa manera, en este momento ni siquiera me importó. Al verme venir, sonrió ampliamente.

--Sabía que volverías, dulzura—dijo con su voz grave y chocante, no me había acercado demasiado aún y pude oler su aliento a alcohol. La miré fríamente.

--¿Qué ocurrió? ¿dónde estabas?—le pregunté en un tono sombrío, él rió vulgarmente, mirándome con una mirada perdida.

--¡Fui a divertirme, bombón! ¡Tú ya te habías ido! Y también me sacaron del departamento…-- balbuceó buscando una botella vacía en el suelo. Yo contuve la respiración.

--¿Te sacaron?—

--Si… si, ya no es nuestro… debemos irnos—

Cerré los ojos un momento y suspiré resbalado una mano por mi cara. Me agaché para ayudarle a levantarse y coloqué su brazo sobre mi hombro. Estaba demasiado ebrio para caminar.

Algo en este evento no me estaba afectando por completo. No lo sé, tal vez estaba viendo las cosas desde otra perspectiva, tal vez algo dentro de mi había cambiado. Fuera lo que fuera ese día entendí la poesía fuera de los sueños y me adentré a la poesía de la vida; enseñada, si pones atención, por las mismas aves…

miércoles, 30 de marzo de 2011

Dear "Puppet of Passion",


- False Smile - by ~Edonist-Girl


Today I realized what was the reason why I was so strong that day you humiliated me and went away. That reason is simple, my dear: I felt love for you.

I know it doesn't makes sense, but it is a reality. I was completely lost in you, consumed (now I realize) by your fragile existence; absorbed by the instincts you woke up in me. That love kept my soul safe. In the other hand, you were guided by the titanic forces of envy, arrogance and superficiality, which became vines that concealed the most beautiful flower within their bowels. If you loved me, those feelings were hiding that love.

You were one of those passions that dazzle like the sun itself; that burn, that consume. You're a world within a nicely decorated bottle of perfume, but with a very high price. Oh, my dear... I created poetry and you smoked it like a simple cigarette. You were just a smile...

Yes, a smile .

I think smiles are more dazzling than a look, but I know that a look is more sincere than a smile. Oddly as it sounds, a look rarely shuts up, it shows what you try to hide inside a grin. That was your whole existence: a mirage.

You seemed to be a new word to me, a new song, a new beginning. You knew I was living harsh times and you saw that as an opportunity to get close to me. The charming voice you used to seduce me, the gentle acts, all those empty words... everything was just a lie to feel better with whom you were. You created a whole image of yourself inside your head and decided to wear that mask just to realize that it is part of your face now.

A lady should always hide her past inside one of her temporal masks, letting others see just what she is living right now and nothing else. It is very important to preserve the composure, except when it is with someone you trust. Shameful things as the ones they once lived or the pain that love has caused should always be kept locked for our own good; and it is always important that you learn something from them. If not, you'd be totally false and hypocritical. That's what you did, that's why your farse became bigger and bigger.

But, you know? Even with all that disappointment I feel, I still remember all the things I used to feel. It doesn't means I still feel them, but that you caused a great impact in my life. Yes, you did. In so many different ways...

The other day I went down to the kitchen and decided to drink a cup of tea that Ernest was preparing. I never noticed what the flavor was until I sat down and had the first sip. The aroma was the first thing that struck me. I almost choked, the taste made ​​me close my eyes tightly, controlling myself so that I didn't spit it. Ernest looked at me with surprise, wondering the reason of my reaction.

"Is it very hot? Isn't it of your liking?" he asked me, I shook my head, interrupting, finding a whole world inside that drink.

That taste...

Oh, that taste!

That faint strawberry flavor of which my black tea consisted was a wave of feelings of melancholy, of nostalgia...

It tasted like sea of memories. I know it tasted like those lips; like your lips, your nature; it tasted like the body of a rose before you discover the thorns. It was a delicate, pleasant, flavour; it felt like sweet poison in my mouth. I sighed when I finished, considering the speed with which something is consumed as in the case of a cup of tea.

Now you understand the image I had of you? Can you understand the pain I felt when I discovered your arrogant and hipocrite nature?

I am writing this letter to let you know what I felt. I am happy that I won't see you again as you fled somewhere else.

When I kissed for the first time it was as if all my problems had extinguished; it was like the rebirth of a cocoon to a butterfly . Who knew you were rotten inside and were only wanting to absorb my last breath pretending to fill your personal holes ? I loved you , but now you are part of the torn and frayed pages of my own book .

Now I realise it doesn't matter, the one who will suffer will be you and your "hedonist" nature. I have enough maturity now to understand I was just a kid back then; a kid that, inside the whole wave of confusion that lived within my soul, tried aimlessly to find a semblance of stability induced by my baser instincts, and that included the desire to eat the world like fast food when the truth was that I was only devouring mouthfuls of air.

But now I must forget that past. I must go on.

I remember the things I wrote that night, words with which I am pretending to finish this letter:

"I loved following my instincts,
I fell believing in all your words,
I sighed for a heart that was never mine...
and I felt a passion for childish and meaningless illusion.

I've grown up, I 've seen you under the mask...
And you seem suspended in your own oblivion.

I love you.
I hate you .

I breathe you.
I detest you.

This is a goodbye to you , lost poetry, that I ...
I will follow my own way from now on."


Sincerely,
Your blind heart.