NOTA:

NOTA: Las imágenes usadas no son de mi propiedad. Provienen de www.deviantart.com o de artistas externos.

domingo, 30 de octubre de 2011

La máscara chorreante (decadencia)




"Una flor es la belleza,
que se marchita y se consume,
en el aire se apaga el resplandor,
han muerto locas jóvenes y hermosas.
El polvo ha cerrado los ojos de Helen.
Es hora de morir, estoy enfermo:
Señor, ten piedad de nosotros".

-In Time of Pestilence (1593), Thomas Nashe.




¿Qué más hace la puta con cara de niño que tratar de parecer más puta que niño? Cuando nada más le queda en la vida, es todo lo que intenta hacer.

¿Qué pasa si su cara de niño es más arrugada que la sábana donde azotó su cuerpo la noche pasada, y más desgastada que aquel labial rojo totalmente aplastado con el que aún pinta sus resecos labios? Entonces, trata de vestirse de oro con tal de opacar su cuerpo y resaltar esa imagen de lo que desea ser en su mente.

¡Cómo si fuera posible revivir una hoja seca con agua!

Antes vivía de perfumes, polvos y colores. Recibía regalos, ¡claro! Con tal de obtener de su vivaz cuerpo un poco de sexo. Su madre era una ramera, ¿que mejor maestra que esa? Con fornicación todo se obtiene... si no eres tú el juguete. Él era más bella que muchos y tenía un miembro de considerable tamaño que ocultaba con habilidad; era buena en el escenario y sorprendente en la cama, ¿que mejores ventajas en ese mundo que aquellas?

Pero claro, es lógico, al final TODO se acaba. Los absurdos "cuentos de hadas" al final son siempre pesadillas. Por favor, no nos hagamos tontos.

Ahora su cuerpo masacrado permanece en la misma esquina de la fétida calle. El sabor se fue ya de su boca, ¿para qué necesita saborear? Toman su cuerpo como alguien comería las sobras del potaje de la semana pasada; es decir, sólo cuando están muertos de hambre. Ni siquiera tratan de convencerla con presentes, pues todo se ha convertido en la humillación más repugnante de todas. Como venganza, ella los arrastra a la muerte nacida en el placer; en alguna enfermedad transmitida en el acto de "amarse".

Aún así, hay alguno que otro cliente que considera sólo por un instante que está tratando con alguien vivo, lleno de sueños y esperanzas... luego lo olvida. Es indecente sentir algo por un objeto.

Y surge la duda; ¿qué pasó con la reina, la muñeca colorada, el hombre transformado cada noche en bella mujer? Sólo las moscas lo saben. Algunas aún zumban indignadas sintiéndose remplazadas por las ratas que ahora roen lentamente lo último que queda de ella en este mundo.

Su existencia será arrastrada calle abajo junto con el alcohol de alguna botella derramada en un callejón podrido. Será olvidada.

...

¿De qué estábamos hablando, en primer lugar?


sábado, 22 de octubre de 2011

Armando



Hands_by_hermeline


La luz en su mirada se volvía ocaso ante la mía.
Su cuerpo yacía en la estéril cama; marchito, frágil, y en perpetua calma.
El calor de mi mano se escapaba en la suya, ya helada.
Y mi congelado hálito caía al suelo, fragmentando mi alma.

Había noches en las que, ya de madrugada,
podía dormir de nuevo con su respiración bajo mi almohada.
Sólo me despertaba de golpe al perder su vida en el silencio,
dándome cuenta después de que era un sueño, y sólo eso.

Sus pálidos labios apenas susurraban mi nombre.
Su reseca piel había perdido el tacto casi por completo.
Yo ya no sabía si rendirme o seguir viviendo,
si todo lo que alguna vez quise fueron sus besos.

Y yo moría, ¡moría por dentro!
Cuando sabía que él aún brillaba,
brillaba tan adentro.

Su voz, en esa terrible oscuridad, a veces me quitaba el aliento.
Tan súbita, tan engañosa, dando esperanzas y mintiendo.
Su cuerpo dejaría de moverse. Yo lo sabía.
Pronto estaría solo, sin más sonrisas.

Hubo una noche en la que, mientras yo sentenciaba mis días en esa silla junto a su cama,
escuché un suspiro temeroso perturbando la constante calma.
Y un grito sordo aumentó mi ya grande angustia, desgarrando mi alma.

-Robbie, ¡Oh, Robbie mío! ¡Me están llamando marica de nuevo!

Yo lo miré, sorprendido, pensando que la dama blanca por fin lo estaba sentenciando. Recordé aquellos tiempo en los que, al caminar por las calles, tuve que defendernos de burlas y miedos.

-¿Quién? ¿Quién osa llamarte de ese modo, querido Armando?- susurré suavemente.
Trataba de conservar la calma y alivianar su espíritu antes de la irremediable muerte.

-Dios, ¡es Dios! ¡Oh, Robbie, puedo verlo! ¡Su mirada me quema! ¡Toda su esencia me condena!

Me quedé sin aliento. ¿Por qué seguía torturándolo ese nombre que le habían dado? Amadeo… ¡Amadeo! ¡”Amor a Dios” era su significado!
Eso lo sofocaba. Por eso prefería el nombre de Armando.

El sudor ya perlaba su frente; tuve que secarlo con un viejo paño,
todo mientras tomaba su rostro con una mano.
Sus ojos, desorbitados, miraban el pálido techo,
y un estremecimiento recorría su casi deshecho cuerpo.

-Robbie… ¡mi Robbie! ¡Siempre he sido un estorbo! No me dejes… por favor, no me dejes solo.

Las lágrimas ya eran compartidas por nosotros. Tomé su mano y la puse sobre mi pecho.

-Aquí estoy. Jamás me he ido. Jamás me iré.

Sus susurros se apagaban. Su angustia se iba.
Me alivió ver su respiración ya tranquila.
Besé su mano con ternura y lo miré un largo rato en silencio.
Él parecía volver a caer en los brazos de Morfeo.

Cuando pensé que la angustia se había ido, vi sus labios formar una leve sonrisa.

-Robbie… mi Robbie… Dios, es Dios… es…

-Descansa. No pienses en…

-No, no, Robbie mío, no. Nos han mentido… ellos nos han mentido.

Cerró sus labios. El resplandor en su rostro me hizo pensar por un momento que volvería a tenerlo entre mis brazos como en aquellos tiempos olvidados.
Sin embargo, lo vi volverse una estatua tan fugaz como el viento.
Se marchitó junto a los claveles rojos que rodeaban su dulce y penoso lecho.

Él se dejaba consumir en las aguas del mar negro, y yo, como un faro, trataba de guiarlo.
Mi luz por fin se apagaba, sin éxito.

En esa oscura habitación, con una leve y fúnebre luz asomándose entre las cortinas,
por fin dejé que las paredes colapsasen sobre mi traslúcida figura.

Él apenas nacía…
Y yo, ¡yo por fin moría!

miércoles, 5 de octubre de 2011

Comtesse: recuerdos


Porcelain_Doll_in_Sepia_by_ShadowsOfSora



El asqueroso enojo había pasado. Reí cínicamente al escucharla pero no me moví. No traté de alejarme hasta que la sentí rozando mi hombro y entrando al bar.

-Me importa un carajo...- susurré, aunque mi estúpida mente me dijera lo contrario. No tenía ganas de nada. Yo sabía que volvería a encontrarme a la perra esa. Esto no había terminado... pero sus asquerosos juegos ya me habían hartado.

Caminé de vuelta al departamento realmente deshecha. Azoté la puerta al entrar y ni siquiera le hice caso a la estúpida de Deborah que estaba sentada en un sillón con la mirada perdida. Su pálida cara y rostro sin maquillar me recordaron a un fantasma; me desagradó mirarla. Entré al baño y volví a golpear la puerta al cerrarla.

Carajo, sólo quería estar sola...

Me quedé en blanco apoyado contra una pared. Poco a poco mi respiración comenzó a aumentar hasta un punto en el que no pude aguantarlo más. Grité con todas mis fuerzas, destrozando todo lo que estaba a mi alrededor. Mis asquerosos puños comenzaron a sangrar (no sé cómo) y me ensucié todo el cuerpo. Desgarré la estúpida peluca de mi cabeza y rompí mi ropa. El maquillaje ya no era la única cosa asquerosa en mi persona.

¡ME DABA ASCO! ¡ASCO!

El bastardo seguía en mi mente. Jamás me libraría de él, JAMÁS. ¡ESTABA HARTO! ¡ESTABA CANSADA DE ESTA ASQUEROSA VIDA DE MIERDA! ¡SENTÍA ASCO AL PENSAR QUE ESE HIJO DE PUTA SIEMPRE ESTARÍA DENTRO DE MI CUERPO!

Estaba a punto de caer al piso cuando la perra de Deborah abrió la puerta e intentó detenerme. La rasguñé y golpeé, pero la estúpida terca no se detuvo. Pasaron minutos antes de que pudiera controlarme. Me sostuvo fuertemente hasta que dejé de gritar y moverme y caí de rodillas al piso, destrozada. No me soltó hasta que me quedé inmóvil y jadeante, mirando al infinito con mis ojos desorbitados.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Pensamientos de Deborah II


Dicen que tu cuerpo es el mapa de tu vida.

En él ves el paso del tiempo,
las condiciones que de vida que tienes,
tus gustos en forma de adornos,
tu autoestima en tu postura,
tu humor en tus gestos,
tus sentimientos en tus manifestaciones como risa o llanto,
tu carácter en tu mirada,
tu limpieza en tu presentación,
tu salud en tu belleza,
a veces, una máscara que no concuerda...

Recuerdo que aquella vez descubrí algo más en aquel cuerpo: un mapa de sufrimiento.
Recorría las cicatrices en su pecho suavemente con un dedo.

Las cicatrices marcaban mil momentos de tortura, violación, terror y abatimiento.
Cada una de esas cosas fueron su tormento; formaron su carácter, le hicieron caer en el abismo...

Y ahora sé que ese mapa no es distinto;
El mapa de sufrimiento es su mapa de vida.
El nombre es lo que cambia.
Sólo es un capítulo más de la misma historia.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Comtesse: experimentando con el personaje


HISTORIA E IMAGEN DE MI CUENTA EN ROLEPLAYER.ME


El aburrimiento me ganó. Avancé hacia ella y la miré fijamente, sin hablar. Era extraño que hoy yo estuviese vestido vilmente como hombre, pero daba igual. Ella sabía cómo era y odiaba que intentara ignorarme. Me sentía frío y seco, sin ganas de nada en esta puta vida de mierda.

Esa perra... es una estúpida que no escapa de mi asquerosa existencia.

Miré con recelo sus grandes pechos y bufé. Asquerosas putas; todas. Tomé su bolsa y saqué sus corrientes cigarros, con ganas de fumar lo que fuera. Luego la tiré a un lado y me largué.

La lluvia acababa de parar. Caminé entre los charcos con su caja de cigarros y mi encendedor. Iría a un club o a perderme a algún lado, conseguiría un marica caliente y estúpido mucho más joven que yo y lo cogería hasta que se me quitaran las ganas de penetrarlo.

"Penetrarlo"... Carajo.

Caminé varias cuadras hasta llegar al club que conocía. Olía asquerosamente mal; era una mezcla de sudor, toxinas, vagina y semen. Me recordó al olor de una repugnante pescadería en un barrio podrido en la miseria. ¡Qué tontería!

Fue muy fácil conseguir a un estúpido ebrio y era raro que yo no lo estuviera. Terminamos haciéndolo en el baño. Nunca lo había disfrutado tan poco antes.

Lo más asqueroso es que me salí de control.

Él perdió el conocimiento; yo azotaba su cuerpo con lo que fuera, mordía la piel de su espalda y dejaba marcas con mis largas uñas. Él era una putilla sin voluntad propia. Yo era un asqueroso Dios. SU asqueroso Dios. Su ano sangró tanto que él se quedó sin color. Perdió todo su aliento y por fin dejó de gemir como un puerco en el matadero.

Era virgen. Claro, hasta ese instante.

Salí del baño después de un leve orgasmo. No me sentí satisfecho a pesar de su estrecho culo. Me miré al espejo y me odié.

Yo era la viva imagen del bastardo, mi padre.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Prométeme que vivirás
(trabajo final de un curso en línea)


The Tree of Books by ~vladstudio


Aún recuerdo aquel otoño en el que, atraído por el aroma a pino, caminé sin pensarlo dos veces por el bosque que estaba atrás de la iglesia olvidada. Lo sé, tal vez fue lo más tonto que he hecho; pero no me arrepiento. Arrepentirse de la vida siempre me ha parecido algo absurdo. Es como borrar el camino ya andado para luego darse cuenta horrorizado de que has borrado toda tu existencia y de que ahora careces de identidad. Así de sencillo.

Ese día caminé sin que me importara lo que dejaba atrás. Una luz tenue hacía brillar mi cabello salpicándolo de luz de vez en cuando, jugando con las sombras y alterando mi imagen. Se oía el claro chocar del agua contra alguna roca lejana mezclado con el cantar de algún ruiseñor en plena mañana; a parte de eso, todo estaba en silencio. Yo estaba perdido en mis pensamientos, captando todo eso con el subconsciente pero sin prestar atención realmente. Algo me alteraba y me atraía como un imán a no se dónde. No necesitaba saberlo. No quería saberlo. Mi mente obedecía automáticamente como siguiendo el viento.

¿Alguna vez han seguido sus instintos sin usar su mente siquiera? Cosa difícil, pero a veces posible; en especial si todo de pronto deja de tener sentido. Una fuerza me arrastraba lejos de casa y lejos de mis problemas. Mi hermana seguía amargándome la existencia con sus líos de adolescente fugaz y yo estaba cansado de ayudarla. Aún no comprendo por qué seguía haciéndolo, ella sola se dirige a los hombres mayores y los engatusa para luego joderlos (disculpen la palabra). Yo sólo era parte del escenario. Estaba cansado de eso.

Caminé sin rumbo y sin darme cuenta del paso del tiempo. De pronto, algo me hizo despertar de este extraño trance y mirar a mi alrededor. Algo había cambiado, pues el ambiente no era el mismo que cuando empecé a caminar. Me encontraba en un valle de sombras; la luz apenas entraba entre el follaje, la vegetación bajo mis pies era escaza y los sonidos se habían esfumado casi por completo. Un temor repentino comenzó a apoderarse de mi al no saber dónde me encontraba ni cómo regresar.

Lo peor fue que me di cuenta de que no estaba solo.

-Kael…- susurró una voz a un lado mío. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

Miré de soslayo hacia el lugar donde se escuchaba la voz. Me impactó mucho lo que vi.

Un pequeño hombrecito de no más de un metro de alto me observaba desde las sombras. Una capucha color avellana cubría su rostro, aunque podía ver claramente una nariz aguileña asomándose de ésta. Se la quitó con sumo cuidado con sus dos manos, las cuáles parecían de paja. Noté con horror que no tenía ojos.

-… ¿qué eres?- pregunté asustado. Comencé a pensar que todo esto era otro sueño absurdo.

El hombrecito no dijo nada, sólo apuntó hacia un punto en específico con su extraña mano. La seguí con la mirada y me topé con un enorme árbol hecho de libros.

-Prométeme que vivirás…- susurró con una voz ronca.

Y entonces, desperté.

Sí, todo fue un sueño. Podía escuchar a mi hermana del otro lado de la casa hablando con otro hombre. Me paralicé, sin entender por completo que había pasado. Miré el cuchillo que había dejado antes de acostarme, como un pequeño plan, sobre mi cama. Luego vi un libro que había sacado hace poco de la biblioteca sobre mi buró.

Todo era tan extraño…

El cuchillo de pronto dejó de ser parte de algún plan. Tomé el libro lentamente y miré su portada con cariño, como cuando te encuentras a un amigo perdido.

El mundo vive, se llamaba. Su portada era de un árbol hecho de libros.

Y entonces, volvió a tener sentido.


viernes, 16 de septiembre de 2011

Aurora y su muerte (primera parte)


Love And Death by ~timeo



¿Por qué esta noche no es como las demás?

1.- Es terrible; sigo despierta.

Las horas siguen pasando y yo sigo despierta. Pero no pasan rápido, sino todo lo contrario; es inevitable sentir el peso de los minutos sobre mi cabeza, llenándola con aire. Estoy muy cansada, pero no puedo dormir. Simplemente no puedo.

2.- La habitación es demasiado oscura.

No entiendo cómo es que sigo viendo. Hace mucho que se escondió el sol y hace meses que no pago la luz. Usaba una vela, pero ésta ya se consumió. No sé si es el hecho de que me esté acostumbrando a la oscuridad, pero aún puedo ver... y ya es tarde. Es muy tarde.

3.- La tinta de mi pluma aún no se acaba.

He aquí otra cosa que no entiendo: no he parado de escribir desde las tres y aún hay tinta (y eso que ya estaba por acabarse). Tal vez son alucinaciones mías a estas horas de la noche, pero me parece sumamente extraño que la pluma siga funcionando. La ideas siguen fluyendo junto a mi propio hálito, el cuál se enreda poco a poco en mi cuello haciendo que mi conciencia siga con vida. Mi creatividad se desborda como un río que el papel no alcanza a mantener. No lo sé, estoy empezando a divagar...

4.- De pronto siento que no estoy sola.

SIEMPRE me siento sola, incluso cuando el gato está durmiendo sobre mis pies. Esta vez es todo lo contrario; me siento observada. Puede que eso le pase a muchos escritores cuando, mientras escriben a altas horas de la noche, se sienten consumidos por su propia fantasía y sienten a sus propios delirios en torno suyo. A mi nunca me pasa. Esta vez me está pasando y comienzo a sentir un temor irracional.

5.- Me doy cuenta de que, efectivamente, NO ESTOY SOLA.

Huele a jazmín, puedo jurarlo, aunque no sé de dónde venga ese cálido aroma. Una presencia parece cargarlo consigo. Despego mi vista del papel y veo una sombra parada junto a mi, observándome con atención. Tardo un poco en distinguir que eso que veía sobre ésta no es el reflejo de la poca luz que entraba por mi ventana, sino su pálido rostro. Alcanzo a ver humo escapando por su extraña boca y así me doy cuenta del cigarro que sostiene en una de sus largas manos. La otra la tiene escondida en el bolsillo de su gabardina negra, la cuál se disfraza entre las sombras. No sé quién sea, pero por alguna extraña razón no me altera su presencia.

6.- La figura me habla. Paro de escribir esta lista y decido responder.

CREO QUE EL CAFÉ AFECTÓ MI CEREBRO DESPUÉS DE TANTO CONSUMO...



-Aurora, deja de escribir.

-Ya lo hice, ¿qué quieres?

-No pareces sorprenderte al verme...

-No. Esta noche es distinta, es extraña... creo que estoy soñando.

-No lo estás. Ven, te daré abrigo, esta gabardina es lo suficientemente grande para ambos.

-No tengo frío, gracias.

-¿No...? Eso es extraño, todos tienen frío.

-Yo no lo tengo. Además, siempre disfruto el gélido ambiente cuando es invierno. Por eso me enfermo tan seguido.

-Ya veo. Eres alguien peculiar, sin duda alguna. Eso explica por qué me veo así... en fin, ni hablar. Tenemos que irnos... y pronto. No puedes permanecer mucho tiempo en esta habitación o te harás parte de ella. Corre, larguémonos de aquí.

-¿A dónde? ¿quién eres?

Lo escuché reír a carcajadas. Su risa resonó en mi cabeza como el ensordecedor repicar de mil campanas. La seriedad abandonó su cuerpo de inmediato junto al humo de cigarro que fue expulsado de golpe en ese instante.

-Yo, Aurora, soy tú muerte. No soy "la muerte"; soy tuya y de nadie más...