NOTA:

NOTA: Las imágenes usadas no son de mi propiedad. Provienen de www.deviantart.com o de artistas externos.

viernes, 8 de julio de 2011

Inocencia

"Matamos lo que amamos" por Vellocet_Photography



Quería morir, sólo quería morir.

Detestaba los hospitales. En ese momento estaba muriendo por envenenamiento; comencé a respirar agitadamente, mis ojos estaban demasiado abiertos, mi mente estaba por todos lados y por ninguno a la vez, no percibía bien las cosas a mi alrededor, muchas imágenes venían a mi mente...

Era el infierno; y yo de pronto estaba en una camilla, percibía las cosas a medias, sudaba, me ahogaba, quería que me dejaran en paz.

Todo esto me recordó a cuando era pequeño. Me quedaba horas solo en casa ya que mi madre nunca estaba, ocupada con su carrera de modelo; y mi padre rara vez se aparecía por aquí. Yo sólo buscaba algo que comer entre los botes de basura porque la asquerosa gorda que cuidaba de mi se ocupaba del refrigerador; y una vez la maldita casi me mata porque me intoxiqué con un bote de medicina a medio acabar de mi hermana, la inválida, y si mi madre no hubiera llegado a casa yo hubiera muerto en el piso ya que la estúpida se había quedado dormida frente al televisor con un enorme bote de helado.

Esa fue la primera vez que entré en un hospital, y lo detesté con toda mi alma. Estar en esos lugares dan ganas de suicidarte; con el olor a químicos, las luces sobre tu cara y la represión, sumadas con las estúpidas enfermeras y doctores con falsas sonrisas fingiendo que les importas, entrando a tu habitación cuando necesitas calor humano sólo para verte como un asqueroso objeto de prueba, uno más. Además, hay tanto material para quitarte la vida que es asfixiante.

Pero basta de recuerdos.


Todo se volvió borroso llegando a un punto y perdí el conocimiento. Muchas imágenes recorrían mi mente en milésimas de segundo y no podía evitarlo. Caí a un vacío, no sentía nada, no pensaba nada pero lo pensaba todo.

No sé qué tiene la mente en estos momentos que te juega trucos, pero me vi a mi misma caminando un campo lleno de margaritas marchitas. Yo lloraba, tenía aproximadamente cinco años, y una mirada de extremo terror se veía en mi rostro.

No parecía haber viento, el sol no calentaba. Había un silencio espectral en el ambiente en el cuál sólo podía escuchar mi propio llanto...

En eso, una niña se acercó a mi desde el otro lado de la pradera. Tenía una mirada de inocencia, unos ojos color ámbar y cabello hasta los hombros, negro y ondulado. Cuando estuvo más cerca pude notar que era un niño; y cuando llegó me entregó una margarita fresca junto con una dulce sonrisa.


Yo la arranqué de su mano y la devoré.


Y después todo se volvió asquerosamente blanco.

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